«Después de Auschwitz, la condición humana ya no es la misma. Después de Auschwitz, nada volverá a ser lo mismo«. Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz
El 27 de enero de 1945, en Polonia, una columna del Ejército Rojo abría las puertas del más grande campo de concentración del mundo y liberaba a ocho mil sobrevivientes. La fecha se convirtió en Día de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto.
A 75 años, los líderes del planeta -entre ellos, el presidente argentino Alberto Fernández– se reunieron en Israel y en Polonia para homenajear a sus víctimas.
El evento no fue recordado por la prensa local que tiene a la mayoría de sus exponentes de vacaciones. Los medios nacionales tienen a un solitario cronista en Polonia: Nelson Castro, de TN.
Otra historia
Sin embargo, en ocasión del 60º aniversario, el periódico insignia de Ranelagh, La Misión, contó el caso en tapa, aunque puso el foco en los «liberadores», los soviéticos, quienes también tuvieron sus campos de concentración, en uno de los cuales fue recluida la familia de una vecina emblemática de Ranelagh, Eva de Hajduk.
Su esposo Tadeo Hajduk relató la vida de ella en un libro que sirvió de fuente a la nota en la que resumió Julio Ortega:
«… cuando empezó la guerra, Alemania se repartió Polonia con Rusia, que deportó a Siberia y otros lugares a cientos de miles de polacos que defendieron su tierra (…) Una de las deportadas fue la familia de Eva Hajduk. Ella se salvó de los campos de concentración; trabajó como enfermera en Palestina e Inglaterra. Un domingo 28 de noviembre de 1948 llegó a la Argentina y, en 1952, ya vivía en Ranelagh«.
Respecto del matrimonio, el ingeniero y museólogo Rodolfo Cabral, de la Comisión de Estudios Históricos de Berazategui, recordó:
«En la década del ’50, en Ranelagh, se afincó una familia de inmigrantes polacos. El se llamaba Tadeo Hajduk y, ella, Eva. Esta mujer con mucho tesón creó, poco a poco, esa maravilla que es el parque de la Estación de Ranelagh. Su esposo ingeniero se especializó en energía atómica en nuestro país. Pues bien, en 1977, él recibió una oferta laboral y se trasladó al Instituto Balseiro, a mitad de camino entre el Llao Llao y Bariloche. Eva, seguro que con lágrimas, dejó «su Ranelagh». Cuando llegó al sur, trabajó en la Comisión de Amigos de la Capilla San Eduardo, que en 1973 recibió nada menos que la donación de un retablo pintado por Raúl Soldi. Eva se ocupó de arreglar la capilla, deseaba reemplazar los vitraux realizados por los artistas Vicente Forte y Vázquez Málaga, que se deterioraron por la calidad de los materiales. Por muchos años estuvo a cargo del mantenimiento y el diseño del parque de la capilla San Eduardo. La Locomotora a vapor, que se encuentra en la estación de Ranelagh, la número 3333, se la colocó en su honor y ella vino desde Bariloche al evento. El Parque de la estación lleva su nombre. Eva falleció el 4 de julio de 1984. La llamaban la ‘Servidora de la Capilla’«.
La nota de Nueva Epoca
Otro medio local, Nueva Epoca (sin citar fuentes, aunque recuerda el libro de Tadeo) publicó:
Eva Hajduk nació en Polonia. Hija de terratenientes y dueños de una aldea llamada Tornczycki, dedicaba tardes enteras a tareas de cuidado y mantenimiento de la naturaleza junto a su tía jardinera. A sus 16 años, conoció a Tadeo Hajduk. Llegaron a Argentina para escapar de la terrible guerra que azotaba a Europa, en busca de un lugar donde empezar de cero y encontrar armonía para la familia. La hermana de Eva junto a su esposo Zbyszek le enviaban atractivas noticias sobre la manera de vivir de los latinoamericanos: “amplia libertad, cordiales y buenas relaciones personales que se establecían fácil, la calidez entre los familiares y amigos, el gran amor hacia los niños”. En 1948 habían llegado a Buenos Aires. Tadeo cuenta (en el libro que escribió, titulado “Eva Hajduk”) que el taxista que los llevaba a un hotel de Palermo “al enterarse que este matrimonio joven con dos pequeñitos rubiecitos acababa de llegar al país, nos llevó en una extensa gira por Plaza de Mayo, por la Avenida 9 de julio y el Parque Palermo y no quiso cobrar nada por ello. Ese gesto de bienvenida nos conmovió mucho”.
Hajduk era ingeniero aeronáutico. Luego de mucho buscar, consiguió trabajo en el Taller Regional Quilmes, de la Fuerza Aérea. Se mudaron a una pequeña casa que pertenecía a una familia alemana en el barrio de la Cervecería. Eva convirtió el parque trasero en un jardín habitable: en un sauce, instaló una hamaca, armaron un arenero, plantaron muchas flores y tenían un gallo.
La llegada a Ranelagh y los inicios del parque
La salud de uno de sus hijos los llevó a conocer otra comunidad en la que serían muy bien recibidos. Adán sufría asma alérgico. Un amigo del matrimonio les recomendó visitar Ranelagh que tenía “buen clima y aire más puro” que Quilmes, adonde habían llegado en 1951. Eva se enamoró del estilo inglés al ver el Club de Golf y le pidió a Tadeo comprar un terreno ahí. Se mudaron a la casa que construyeron y vivieron 25 años.
En 1952, construyeron su vivienda en la calle 310 N° 942. La familia se había agrandado: sus hijos Adán, Beatriz, Margot y Ana María. Los dos primeros asistieron a la Ranelagh Community School. Eva comenzó sus estudios en floricultura e ikebana e hizo exposiciones en el Golf Club. El amor por la naturaleza la llevó a hacer una campaña de protección de árboles en las calles. Organizó junto a un equipo de amigas y maestras, concursos con el lema “Ranelagh más lindo, con sus árboles sin podar”. Además, cada estudiante plantaba un árbol que tendría que cuidar, regar y mantener. Así se generaba un lazo con la naturaleza.
Eva visitaba los pastizales que rodeaba la estación: limpiaba malezas y plantaba flores. Concurría a clases de parquización en la Universidad Nacional de La Plata, adquirió herramientas para hacer bosquejos y planes de la futura obra maestra que, tiempo después, se desplegaría en ese rústico espacio. Su idea era más grande que sus manos, así que pidió colaboración a los vecinos para empezar con la profunda transformación del parque, que pasaba de ser un frecuente foco de incendios y basural a un espacio de belleza y reunión de la comunidad. Las primeras convocatorias se dieron en el Club de Paleta.
El parque, reflejo del compromiso vecinal
Así es que en los ‘50 se dio inicio al Parque de la Estación Ranelagh y una década después se había establecido la Sociedad Amigos de la Estación Ranelagh. El proyecto abarcaba los terrenos del Ferrocarril entre ambos pasos a nivel. Las plantas, arbustos y árboles se conseguían recorriendo los jardines de sus amigas, viveros de la zona y baldíos donde solían arrojar plantas que sobraban. Desde la Municipalidad facilitaban una topadora para sacar los arbustos. Recibió ayuda de vecinos como Horacio Marín que hacía el mantenimiento de las maquinarias; Daniel Torchiaro, secretario de la Sociedad y Antonio Campitelli, jefe de la estación, que se encargaba de regarlas. Lograron un jardinero con sueldo municipal. Evitaron la explotación comercial.
A mediados de los ‘60, una de las hijas, Beatriz, falleció a causa de un accidente automovilístico. Tadeo comenta en su libro que los amigos de Ranelagh les brindaron mucho cariño y apoyo. La empresa donde trabajaba Beatriz hizo una contribución económica, que junto con el diseño de Tadeo y el amado parque de Eva se vio concretada en una sección de este espacio natural donde se instaló una estructura con forma de átomo o planeta (como símbolo del micro o macro universo) y ese punto pasó a llamarse “Paseo Beatriz”. Allí, todos los vecinos, incluso la familia Hajduk, pudieron rendirle homenaje.
La mudanza al sur, desarraigo y dolor
En diciembre del ‘77 la familia decidió mudarse a Bariloche: a Tadeo le ofrecieron ser profesor titular en el Instituto Balseiro. El sur los había recibido en múltiples veranos, tenían una cabaña construida por sus manos. Los Amigos de la Estación nombraron a Eva presidente honoraria.
En su nueva morada, Eva continuó su trabajo: transformó el jardín y comenzó el embellecimiento de una capilla abandonada, donde construyó una zona de rosales, tulipanes y arbustos de adorno.
Tal era la conexión que había con Ranelagh, que tanto Tadeo como Eva recibieron transfusiones de sangre de los amigos que les había dado esta localidad. Él había tenido que ser intervenido del corazón y Eva sufría un tumor maligno que fue debilitándola. En 1984, los Amigos de la Estación consiguieron una locomotora que ocupa un espacio de honor a la presidente honoraria. En los festejos, ella le transmitió a Tadeo:
“En Llao Llao vivimos en un paraíso terrenal, pero no tengo aquí, ni nunca tendré, el calor humano con el cual me rodeaban mis amigos de Ranelagh. Yo pertenezco a Ranelagh”.
El 4 de julio de ese año, Eva se despidió de este mundo pero dejó su legado.
Muy bueno. Voy a reproducir algunos parrafo en mi periodico si no tienen objeciones. Saludos
Pueden tomar todo lo que necesiten, se agradece que citen la fuente. Eso no más.
✍️Para pensar.
Hoy se cumplen 75 años de la liberación del campo de concentración nazi en Auschwitz.
No te olvides nunca que fue un aporte al mundo del Ejercito Rojo.
«EL RELAJO DEL MAL»
El 27 de enero de 1945 una columna del Ejército Rojo abría las puertas de Auschwitz y liberaba a ocho mil sobrevivientes. La fecha entonces pasó a ser el «Día de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto». Al respecto, un capítulo casi desconocido de esta historia; su protagonista: Karl Höcker, el oficial de la SS que registró el esparcimiento de los genocidas nazis en un centro de descanso cercano a esa fábrica de la muerte. Un documento estremecedor. Este artículo fue publicado el 1 de febrero de 2019 en la revista Zoom, luego del bizarro homenaje a las víctimas que hiciera el régimen de la alianza Cambiemos. Postales y persistencia de la naturalización del horror: de Goebbels a Durán Barba.
Gracias , no olvidamos nunca
las palabras del Centro Bera muy buena, informativa
Es rara la nota. Resulta que la vecina no es víctima de los nazis sino de los soviéticos? Rara nota
¿Conocés que haya en Berazategui víctimas de los nazis?
QUE TRISTEZA ÉSTO DEL HOLOCAUSTO… PASARÁN LOS AÑOS Y SEGUIRÉ PREGUNTANDO POR QUÉ???
DESDE EL CORAZON DE TODOS
GRACIAS por compartir esta nota
Ana Aispuru
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