A 50 AÑOS DEL PRIMER MUERTO DE LOS ’70

En estos días, los defensores de la represores durante la dictadura, recordaron a un policía asesinado en Berazategui hace medio siglo. Lo hicieron desde la Asociación de Familiares y Amigos de las Víctimas del Terrorismo en Argentina (Afavita) y hasta desde el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (CELTyV) con este texto:

Ferro era un buen hombre; me contaba Norberto Beto Filippi que le ayudaba a cruzar la calle cuando él era un pibe. La suya fue una muerte no deseada, según me confirmó Ariel Hendler, autor del mejor libro sobre La Guerrilla Invisible que protagonizó aquella jornada sangrienta que inauguró el ciclo mortal en el Departamento de Quilmes, Varela y Berazategui.

Este es el relato que hice para mi inédito libro Habría Que Matarlos A Todos.

De lo mal que se vivía con Alejandro Lanusse hablaban treinta personas –algunas, con bolsos grandes– para hacer más llevadera la fila ante el Registro Civil, en calle 11 y Pueyrredón, a las 7 del 22 de julio.

Cuando llegó el empleado Juan Carlos Marini, se colaron siete varones y una mujer muy maquillada; de los bolsos sacaron armas:

–¡Vamos, los llaveros de los escritorios! ¿Son ésos?
–Estas no abren. Se las doy, pero las otras las tienen mis compañeros.

Pusieron con los brazos contra la pared a los que iban entrando.
Tomaron llaves de los siete empleados que llegaron; mientras esperaban las del jefe, Juan Alfonsín, embolsaban documentos en blanco cuando apareció el correo de la Comisaría.

Alto y de serio bigote, el cabo atravesó el pasillo sin saber que no llegaría a cumplir los 57 años debido a su repentina presencia, que alarmó y detonó la respuesta juvenil, tras lo cual corrieron y dejaron barretas, sogas, boinas, pinturas y hasta los documentos.

De la seccional a tres cuadras, llegaron el subcomisario Gallo y el jefe Rogelio Burgos, quienes hallaron a Juan Ferro en un charco de sangre con un disparo de .45 que le había entrado por la nariz, salido por la nuca y llevado parte de la masa encefálica.

Se apersonó el titular de la Regional Lanús junto al coronel Eduardo Nava, a cargo de la Bonaerense. Mandaron cerrar avenidas, requisar villas y escudriñaron los panfletos del comando Masetti.

No tenían cómo saber que sus autores habían criticado el asesinato del torturador Osvaldo Sandoval a manos de otro afluente de FAL.

El episodio se mezcló con una muerte no política que derivó en la dura carta al dictador Lanusse enviada desde el Centro Comercial:

(…) Deben ser de inexorable aplicación las disposiciones y penas de excepción que el PEN ha establecido para actos de terrorismo, cuyos autores deben ser juzgados en virtud de la ley 19081. Hasta la Policía ha optado por clausurar las comisarías durante las noches para evitar actos de las bandas armadas que pretenden el crimen como lucha.

Una semana antes, el 14 de julio, el joyero Agustín Juan Oppizzi había sido asesinado en un intento de robo. “Los autores no merecen el refugio inseguro de nuestras cárceles”, remataban el secretario, Oscar López; y el presidente, Amor Ameal, en nombre de los comerciantes

Aunque no lo hubieran notado, por aplicación de aquella ley 19081, el 26 de julio había sido detenido el ex director del noticiero de Canal 9, Mario Silvano Strukelj, del comando Benjo Cruz de FAL.

Días más tarde, Ameal estaba en su inmobiliaria frente a la estación de tren cuando entraron tres jóvenes trajeados:

–¿Usted firmó esta carta al Presidente?
–Para eso me votaron los comerciantes. ¿Ustedes quiénes son?
–Digamos que estamos al servicio de la Presidencia, y esto que usted hizo puede ser un escándalo; es incitación a la violencia.
–Pibe, yo soy más de derecha que vos. Llevo treinta años a cargo del Partido Conservador. ¿Quién dice que estoy con la violencia?

El comerciante los vio irse en silencio. Envalentonado, un mes después, para pedir más puestos policiales, insistirá:

“Hace 22 años que en Berazategui no pasa lo que ahora. Ya no se puede salir a trabajar (…) Que los fusilen, no los queremos presos”.

Amor Ameal

Qué era FAL

El Frente Argentino de Liberación (luego rebautizado como Fuerzas Argentinas de Liberación) actuaba con células comandos de nombres distintivos. Una de ellas fue la Brigada Masetti (en memoria del periodista de Avellaneda Jorge Ricardo M.). Desde 1962 actuaban sin firmar sus acciones como guerrilleros.

Siempre se habían cuidado de no matar.

Uno de sus fundadores, Juan Carlos Cibelli, de Villa España, no tuvo nada que ver con la muerte del cabo Ferro: llevaba un par de años preso. Hasta su casa había llegado la policía después de una operación descuidada luego de que asaltaran un Banco en Liniers (1968).

Fue detenido con su mujer y torturados por el oficial Osvaldo Sandoval, a quien sus compañeros habrán de darle muerte tiempo después, mientras investigaba el secuestro del dictador Pedro Aramburu.

Entre los miembros de FAL que criticaron el atentado contra Sandoval estuvo la Brigada Masetti que, meses después, habrá de lamentar la muerte de Ferro en Berazategui, luego de lo cual se sumieron en un profundo debate interno que llevó a varios de sus miembros a dispersarse.

Con los años, conforme se acercaba el tiempo de la siguiente dictadura, morirían ejecutados o en combate cuadros de FAL como Sergio Schneider y su esposa Susana del Carmen Giacche (12 de octubre de 1975); Liliana Alcira Malamud (Monte Chingolo, 23 de diciembre de 1975); su hermana Lidia Marina Malamud (esposa de Aguirre, octubre de 1976); el matrimonio María Cristina Mura – Hugo Arnaldo Corsiglia (1976); Sergio Bjellis (agosto de 1976); Carlos Della Nave (septiembre de 1976); Carlos D’Arruda (noviembre de 1976), Hernán Jorge Henríquez (mayo de 1977); Cristina Galzerano (octubre de 1977); Jorge Caravellos y su esposa Lucía Swika, ex docente de Berazategui (mayo de 1978)… según compiló otro redactor de derecha, Jorge Fernández Zicavo.

Cibelli, liberado con la amnistía de 1973, falleció hacia 2020 en El Pato:

MURIO AQUI UN FUNDADOR DE LA GUERRILLA – Centro Informativo Berazategui

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