COMO VIVIO RIGOLLEAU EL GOLPE DE ESTADO DE 1976

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Cuando Carlos Fierro llegó a Rigolleau, el capataz le impidió entrar:

–No tengo motivos. Me dieron orden de que no te dejase pasar.

Carlos pasó de prepo pero se quedó parado, sin tareas. Lo mismo le ocurrió a Coley Robles, entre 217 despedidos el 20 de marzo. La Naranja tomó la fábrica, aunque Carlos Vidal analizó:

–Los trabajadores ven que se viene un cambio abrupto. Creen que defenderse es inútil y temen que también los echen.

–¡Aunque el ánimo esté por el piso, esta Comisión debe seguir! Pelear la reincorporación. Si no, ¿para qué carajo estamos?

El silencio que sobrevino a lo que Ignacio Pérez contestó, parecía un “tiene razón”. Allá fueron. La toma fue filmada, entre quienes la vivieron como fiesta, con olla popular y algún arma.

También armado por ser guardia en los hornos, Jorge Iriarte (JSP) era un trabajador más. No sería discriminado a la hora del castigo.

Para el 21, más de cien representantes de 45 fábricas se dieron cita para constituir el bloque sindical del PPA. Mientras, con quite de colaboración, también reclamaban salarios en Molinos Río de la Plata.

La surrealista última escena

Durante la última noche, en Berazategui, corrió el rumor de que, desde un vagón en el andén 3, bajaban armas para tomar el Sindicato del Vidrio.

En la madrugada, Jorge Lamparita Iriarte estaba frente a la entrada, sentado con otros, cuando vio a la Infantería en carros y motos con armas largas a retomar Rigolleau. Cruzó a la estación con un uniformado detrás; tropezó con los cables junto a las vías y, cuando esperaba un palazo, que no llegaba, miró. Vio que el milico también se había enredado. Corrió a confundirse entre quienes esperaban el tren.

En la estación y alrededores, tiraron gases contra los civiles. A un comerciante de Lisando de la Torre y 16, lo sacaron de un bar para llevarlo preso. Arrastraron a cualquiera tomados de los pelos.

Dentro de la fábrica, un compañero pensó en voz alta:

–¡Hay que romper todas las fotos!

En una de casamiento, aparecía un García, a quien habrán de ir a buscar a la casa cuando saliera hacia el trabajo.

Lo más paradigmático de la supremacía empresarial, lo que mejor graficó la supeditación de las fuerzas armadas al capitalismo, fue la voz de un gerente que desde un puente dentro de Rigolleau, se impuso:

–Oíd mortales el grito sagrado…

Los uniformados apaleaban a obreros que se atropellaban.

–… Libertad; Libertad; Libertad…

Los tiraban; pateaban y arrastraban de los pies o los pelos.

–…Oíd el ruido de rotas cadenas…

Ante la vista de águila del empresario que miraba desde arriba:

–…Ved el trono a la noble igualdad.