Un elogio a la moderación.
Por Gustavo Damián Gonzalez *
Estamos en tiempos en donde la reflexión poco importa, en donde el impacto de un meme, de un título corto o una foto visitando a “José en su casa que me cuenta que…”, vale mucho más que la escritura, que la racionalidad comprensiva.
Estoy llegando a la mitad de mi vida con un recurrente escenario dantesco, un retroceso cultural. La modernidad iluminista había suplantado el dogma por la racionalidad; hoy, nuevos dogmas se apoderan de la verdad. El reduccionismo hace que todo se sintetiza en bueno-malo, blanco-negro, pro-anti, nacional y popular-oligarca, republicano-populista. Casi es parte de nuestro ADN: morenistas-saavedristas, crudos-cocidos, Unitarios-Federales, la Causa-el Régimen, peronismo-antiperonismo. Hasta la cosa más insignificante que pasa en cada lugar del país es motivo de polarización. Si hasta somos el único país donde en una cancha de fútbol, la tribuna visitante no puede visitar porque corre riesgo su vida.
Pido perdón a la sociedad por el elogio a la moderación, a la racionalidad, a la reflexión. Dejo claro desde dónde hablo: Radical, Politólogo, Alfonsinista, obrero, Socialdemócrata, hijo de obreros y del conurbano, admirador de Humberto Illía, de Agustín Tosco, de Julieta Lanteri, de Alicia Moreau de Justo, de mi abuelo, de los poetas cubanos, del rock pesado, de los cantantes populares.
Entiendo a la perfección que hoy lo que cotiza es ser extremo, así lo marca la agenda política, la agenda de los medios, la agenda de la gente. Las personas pasan de ser buenas o malas, sólo por el simple lugar en donde sientan afinidad. Lo padecí de niño, en mi familia peronista, en una ciudad cuyo poder político me tildaba de “gorila” porque no adherí al peronismo. Sin conocerme, sin saber quién era, qué pensaba del otro, del Estado, eso no importaba. Te convertís, en lo que el otro dice que sos.
En pocos meses, cumpliré 25 años de docente, 35 años de militante político, 49 años de ser… humano. Soy pasional, amo con profundidad todo lo que hago, pero entiendo que la racionalidad y la moderación son valores. No se trata de ser timorato, ni de ser tibio. Se pueden tener profundas convicciones en el marco de la tolerancia y el respeto por el otro, entendiendo que somos distintos, pensamos distintos, sentimos distintos, y eso nos hace crecer como personas. Sólo los sectarios, o los fanáticos están convencidos de ser los dueños de la razón.
La democracia es el lugar donde sabemos que somos distintos, y es eso mismo lo que tenemos que reivindicar. Imponer, someter, acallar, restringir, acusar sin razón es producto de los fundamentalismos totalitarios.
Estoy escribiendo esto en medio de una Argentina donde la grieta a todos los interesados les sirve. Estoy escribiendo esto en medio de un Mundial, donde importa mucho más cómo la pelota gira, que la calidad democrática que le dejamos a nuestras nuevas generaciones.
Si hasta ahora la antinomia no sirvió para nada más que para anular/matar/perseguir al opositor, y fue un camino de involución, ¿por qué no probamos por otro lado? El otro siempre tiene algo para enseñarnos, y una comunidad crece con denominadores comunes, en la diferencia, pero en la común unidad.
Sé a la perfección que luego de estas reflexiones, los memes, las fotos, las voces más irrespetuosas serán las que coticen más; pero el silencio cómplice ante la violencia simbólica, verbal, gestual, física, naturalizada, ante la búsqueda que el otro no exista nos convierte en gregarios, en primitivos. Estamos por cumplir 40 años de vida democrática y eso debe enseñarnos.
Creo en una Argentina que crezca, y en donde cada voz sea escuchada de manera respetuosa y considerada. No esperemos que esto venga de las grandes esferas; empecemos de abajo, las palabras: buen día, gracias, perdón, tenés razón, disculpa, hagámoslo, son un buen inicio. Quizás parezca ingenuo, pero necesario La Unidad en la Diversidad, nos hace más potentes y más sabios.
* Lic. En Ciencia Política (UBA). Docente e investigador UBA/USAL/UAI.
Autor de varios libros sobre Historia y Ciencia Política.
Felicitaciones, comparto, pero No un alfonsinista con el Pro.