Un berazateguense (foto) fue el contacto entre Rodolfo Walsh y el fusilado que sobrevivió a la Operación Masacre por la que la Revolución Libertadora pasó a ser llamada “revolución fusiladora”.
En junio de 1956, un año después de que la oligarquía mandara a los militares a bombardear la Plaza de Mayo para echar a Juan Perón, regía en la Argentina la dictadura encabezada por el general Pedro Aramburu y, su vice, el almirante Isaac Rojas. Contra ellos se alzó la Resistencia Peronista dirigida por el general Juan José Valle. La dictadura supo de la intentona pero los dejó actuar para reprimirlos con fuerza.
Ya se sabe que en la noche del 9 de junio del ‘56 en Florida, Vicente López, fueron detenidos en una reunión varios vecinos, entre ellos, el colectivero Juan Carlos Livraga.
El jefe de la unidad policial de esa región, inspector Rodolfo Rodríguez Moreno, recibió por teléfono la orden del teniente coronel Desiderio Fernández Suárez, (jefe de la Policía de la Provincia) de fusilar a los detenidos.
Era la madrugada del 10 de junio.
En la Unidad Regional policial de Lanús la orden se cumplió contra seis detenidos que serían fusilados en la madrugada: el teniente coronel José Albino Irigoyen, el capitán Jorge Costales; el paraguayo Dante Lugo; los hermanos Clemente y Norberto Ross y Osvaldo Albedro, de Lanús; Miguel Angel Mauriño, jefe del Comando L113 de Quilmes, fue ametrallado frente al Automóvil Club; Emilio Jofré, ahorcado en la celda; el boliviano Román Salas murió a causa de la tortura.
Los descendientes de Salas serán homenajeados en el Concejo Deliberante de Berazategui, donde trabajaba una de ellas, María Ester.
¿Quiénes mataban en la zona sur?
El comisario inspector Domingo Mussio, jefe la Brigada de Avellaneda, los apresó. El subjefe de la Bonaerense, capitán de corbeta aviador Salvador Ambroggio, comandó los asesinatos en la Regional Lanús, pero los mató quien dio el tiro de gracia: inspector mayor Daniel Juárez.
Un comisario Daniel Juárez fue ejecutado dos décadas después a manos de la guerrilla en Berazategui.
Los de la zona norte
Los de San Martín fueron subidos en un camión celular, fueron doce personas entre ellos Livraga y otro vecino, Miguel Angel Giunta, fueron llevados a un basural custodiado por quince agentes policiales.
Al llegar, fueron obligados a descender; presintieron que iban a fusilarlos; algunos intentaron huir, se produjo un desbande, sonaron tiros y, después, lamentos.
Rodríguez Moreno en persona verificó que ninguno respirase. El ileso Livraga intentó pasar por muerto, pero parpadeó por las luces policiales y oyó la orden de rematarlo, recibió tres tiros: uno le rompió la nariz, otro le atravesó la mandíbula y la dentadura; el tercero le dio en un brazo. Lo dejaron por muerto, pero gracias a sus 24 años y su buen estado físico, sobrevivió.
El abogado
Detenido en Olmos, Livraga con quince kilos menos, logró recuperarse y contrató a un abogado de La Plata, de 32 años, que había pasado su infancia en Berazategui, sobre Lisandro de la Torre, entre 22 y 23. Era el Dr. Máximo von Kotsch, quien logró que Livraga y Giunta recuperaran la libertad, por las atrocidades cometidas por la Policía.
En diciembre del ‘56, se reunieron en la casa del abogado, Livraga y el periodista Rodolfo Walsh. Fue el origen del libro Operación Masacre, donde se relata el calvario de los fusilados y los sobrevivientes.
A los pocos meses, von Kotsch –que no le cobró un peso a su defendido– lo ayudó a exiliarse. Livraga viajó a EE.UU. donde vive desde hace más de seis décadas, a sus 89 años.
El tiempo pasó y vino otro golpe militar, el más sangriento, el de 1976. El abogado fue detenido y le dijeron: “Usted hizo caer a Aramburu y Rojas, mire si lo vamos a dejar suelto”, fue la respuesta de la gente de Miguel Etchecolatz al doctor von Kotsch.
A los nueve meses, fue liberado. Continuó su vida, con su familia y su trabajo. Cuando pudo, pasó los fines de semana en su casa de Berazategui.
Datos biográficos del abogado
Era hijo de un ingeniero civil del mismo nombre y nieto de otro ingeniero, pero alemán, que vino a nuestro país, en un proyecto para instalar puentes de ese origen en la provincia de Buenos Aires; los hizo en Mercedes y Dolores, nombres con los que bautizó a dos de sus hijas.
Mercedes von Kotsch (tía del abogado) fue maestra de la escuela 1, de Atanasio Lanz, entonces número 4 de Quilmes, por lo menos en 1912. Luego se casó y se mudó a F. Varela.
Del ingeniero alemán y se su esposa de apellido Reyhard, hay pocos datos. En cambio, el ingeniero argentino von Kostch trabajó en muchas obras públicas de la provincia y en Río Negro, donde en 1924 nació el futuro Dr. Máximo, que siempre fue llamado Lolo por sus familiares y amigos. El padre murió en Berazategui hacia 1937. El pequeño Máximo, sin sus padres, vivió un tiempo con su hermana Mercedes hasta que, todavía adolescente, se mudó a La Plata. Dejará su casa, que luego será tomada.
Con el tiempo, Máximo se casó con Noemí Mimi Arce y formó familia, terminó los estudios de abogado y, militando en la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), fue cercano a Arturo Frondizi, antes de que fuera Presidente.
Compró su casa en Berazategui, le pagó al usurpador y dejó al mismo cuidador de la quinta.
Pasó muchos fines de semana y vacaciones en esa casa, la de su niñez, con su esposa y sus tres hijos. En esa casa todavía hay dos pilares, en cada uno hay dos cerámicas en las que se lee LOLO y MIMI, aunque ya no es de la familia von Kostch.
Como defensor de los fusilados, y a través del relato de Walsh, logró hacer conocer el caso de José León Suárez al país y el extranjero. Sus restos, la de su padre, su abuelo alemán y su esposa Mimí, descansan en la bóveda familiar del cementerio de Ezpeleta.
Su trabajo desinteresado por la justicia amerita un reconocimiento, tanto en Berazategui, lugar que quiso mucho, como en su panteón familiar en el Sector F del cementerio quilmeño.
Hoy por zoom
Dos hijos de fusilados, en charla virtual, a las 18:
Honor y Gloria a los caídos,víctimas de Aramburu.
La verdad de Rodolfo Walsh
Hasta 1957, su relación con grupos políticos había sido casi nula. Entre 1944 y 1945 tuvo acercamientos a la Alianza Libertadora Nacionalista, un agrupamiento que caracterizó años más tarde como «la mejor creación del nazismo en la Argentina… antisemita y anticomunista en una ciudad donde los judíos y la izquierda tenían peso propio».
Fue antiperonista y apoyó el golpe de Estado que derrocó a Perón en 1955, por lo menos hasta octubre de 1956, en que firmó en la revista Leoplán la nota «Aquí cerraron sus ojos», laudatoria de los aviadores navales caídos mientras bombardeaban a resistentes peronistas durante la Revolución Libertadora. En septiembre de 1958, afirmó:
«No soy peronista, no lo he sido ni tengo intención de serlo… Puedo, sin remordimiento, repetir que he sido partidario del estallido de septiembre de 1955. No solo por apremiantes motivos de afecto familiar ―que los había―, sino que abrigué la certeza de que acababa de derrocarse un sistema que burlaba las libertades civiles, que fomentaba la obsecuencia por un lado y los desbordes por el otro. Y no tengo corta memoria: lo que entonces pensé, equivocado o no, sigo pensándolo… Lo que no comprendo bien es que se pretenda obligarnos a optar entre la barbarie peronista y la barbarie revolucionaria. Entre los asesinos del Dr. Ingalinella y los asesinos de Satanowsky».