La protesta ante el Poder Judicial contra el liberalismo impuesto desde el poder económico. Fue más numerosa esta segunda concentración contra las medidas de libre mercado forzadas por el titular del Poder Ejecutivo Nacional que dio la espalda al Congreso.
Guardia frente a los Tribunales.
De espaldas al Obelisco, los policías ajustaron sus cascos y se pararon detrás de sus escudos. Se cruzaron como una hipotenusa en el triángulo que conformaban la avenida más ancha del mundo con la más famosa calle porteña. En ese lugar emblemático de tantas imágenes del diciembre de 2001, esperaron.
Los comerciantes bajaban sus persianas, los bares levantaban las mesas de la vereda para entrarlas, los peatones apuraban el paso, los clientes volteaban a ver qué se venía.
Otra hilera de pertrechados avanzaba codo con codo a todo lo ancho de Corrientes, de pared a pared. De ese modo, “barrían” con los transeúntes, los empujaban hasta donde estaba la primera formación. Parecía una de esas películas en que las paredes se desplazan una frente a la otra en busca de aplastar a los protagonistas.
Algunos protestaban y gritaban por el maltrato en las veredas tan ponderadas a partir del protocolo de la ministra Patricia Bullrich (mientras la avenida era cortada por su fuerza de Seguridad). Otros huían hacia la hipotenusa que de algún modo les indicaba la salida, al fondo a la derecha (lógico).
Sin embargo, las personas corridas que entraron al brete se encontraron con un corralito conformado por las rejas de la entrada al subterráneo y más efectivos acordonados que apenas dejaban un espacio para salir; espacio que iba cerrándose como una ratonera.
Los uniformados tardaron en detener a esas pocas personas. Se miraban, indecisos respecto de atrapar a civiles que no portaban ni un paraguas como sombrilla. Recién cuando uno de los más fornidos les gritó, imperativo, se decidieron a cerrar la zona.
Los que alcanzaron a salir filmaban con sus celulares; otros que estaban fuera desde antes, incluso en la vereda de enfrente, se cruzaron a gritar que liberaran a esa gente, que no había motivo para retenerlas.
En el atropello de esas dos cuadras, cayó gente al piso que era levantada de inmediato por manos solidarias. Visto desde abajo, no se entiende lo que pasa, aunque tampoco lo comprenda el ciudadano a pie.
Hubo que rodear la manzana para buscar el origen de una redada que se llevó a quienes no habían incurrido en delito alguno, ni siquiera el módico gesto de caminar por la calle.
La pinza había empezado una cuadra al oeste del Obelisco, en “Libertad” (nota para los lectores no porteños: de verdad se llama así, no es una ironía; es la calle donde siempre rigió la libertad de mercado para la compra-venta de oro y de artículos electrónicos de procedencia no verificada). Por allí desconcentraron los asistentes a la plaza Lavalle. En cambio, quienes estaban más cerca de la entrada a Tribunales salieron por Talcahuano. En la tercera cuadra, Uruguay, también hubo maniobras represivas.
La gente les gritaba “No corten la calle”, y agregaban con sorna: “Ahora, la Policía no cobra”. Una mujer les desplegó una bandera argentina: “Miren esto, muchachos”, mientras otros agregaban que “A ustedes tampoco les va a alcanzar el sueldo”.
En la cuadra que dista desde la sede de la Corte Suprema hasta Corrientes la custodia era de policías vestidos con jean aunque bien identificados como tales por la Ciudad. Más al sur, se formaban los efectivos descriptos por los más imaginativos como “tortugas ninjas”.
Por el medio, cruzaba un carro de cartonero en el que nadie reparó.
Sobre la Avenida, los comensales dentro de los restaurantes o en las veredas participaban; ya con debates, ya con las palmas sobre la mesa o los pies acompañando el ritmo de los cánticos que insultan al “compadre Milei”. Algunos siguieron con su almuerzo, en pose indiferente.
Por sobre el recuerdo del derecho romano, sobrevoló el control de drones y helicóptero
Entender la dinámica de los acontecimientos se vería facilitado por los registros desde los drones que, al igual que el helicóptero oficial, sobrevolaron a la multitud. Su difusión será tan discrecional como el relato que se haga, o la admisión de los procederes de quien maneja tal información.
Es así que desde el Ministerio de Seguridad, justificaron la indignación policial con el argumento de que uno de sus pares, Gabriel Fernando Piri, había terminado internado luego de herirse en la cabeza tras caer de su moto. Sin embargo, las cámaras porteñas captaron el accidente cuando se cruzó delante de un colectivo de la línea 26 sin que mediara la intromisión ciudadana.
La filmación emitida por A24 https://www.msn.com/es-ar/noticias/other/el-incidente-vial-que-gener%C3%B3-los-incidentes-sobre-avenida-corrientes/vi-AA1m6VOE
Dos horas después de que las autoridades celebraran el éxito del operativo de seguridad, la agencia oficial de noticias Télam comunicó que “cuatro personas fueron detenidas por la Policía de la Ciudad por atentado y resistencia a la autoridad durante la desconcentración”.
El dibujante Agustín Riccardi, liberado hasta el día siguiente https://www.instagram.com/p/C1YBvBAsacq/?img_index=2
Había pasado una hora y media desde la marcha de la CGT, CTA, organizaciones sociales y de izquierda, cuyo desarrollo ordenado y pacífico nadie discute.
Miles habían llenado la plaza frente a los Tribunales, con banderas de sindicatos y organizaciones sociales o de partidos de izquierda sin que se produjeran roces, ni confrontaciones, ni duelos verbales.
Un coro se unió contra el titular del Poder Ejecutivo Nacional (PEN) quien acaparó todos los cánticos; el más largo, con la música de Víctor Heredia para Todavía Cantamos, decía: “Milei, Milei, compadre, la concha de tu madre (bis) les pegás a los viejos, nos mandas a la yuta, gobernás por decreto, sos un hijo de puta”.
Algunos versos tienen años de luchas: “U-ni-dad de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode, se jode”. Otros repetían: “No se vende / la patria no se vende”. El más nuevo exige: “Olelé, olalá; basta de chamuyo, paro general”. Alguno sólo demanda “Paro general, paro, paro, paro”.
Sobre el pasto o las baldosas, el mayor escollo era el calor, que muchos esquivaron a la sombra de los árboles grandes, más alejados. Por eso, quienes estaban en el extremo norte de la plaza, ya sobre Córdoba, a más de trescientos metros, ni se enteraron de que hubiera discursos. Tampoco había excesivo interés por lo que dijeran los convocantes, ya que el pueblo sabe de qué se trata.
El calor no amilanó
A más calor, más agua y más ganas de ir al baño, algo que las mujeres solucionaron con billetes de cien pesos pagados a una morocha que administraba una tienda de campaña vertical, que subía y bajaba el cierre para dejarles usar lo que había sido un balde de pintura de veinte litros además del papel higiénico. A ningún sindicato se le ocurrió algo mejor para las compañeras.
Este balde está mejor que el usado en la plaza.
Casi no había criaturas con sus madres. El nene más notorio era el que ofrecía “sandwich de mila a mil pesos”. Llevaba una ganga, comparado con la bandeja de arroz al azafrán con pollo a 3500. Lo más barato, por 500, son los marcianos, un cilindro de nylon del que se chupa licuado congelado.
Si no fuera por su oferta gastronómica, el nene hubiera pasado tan desapercibido como el carro del cartonero sobre la avenida Corrientes. Ni uno ni otro tendrán atención por parte del Estado.
Personas movilizadas por su cuenta
Muchas personas asistieron por su cuenta. Se diferenciaban de los convocantes de grandes lienzos. Portaban carteles de notoria confección casera.
Los que llegaron en grupo no usaron vehículos alquilados, por temor a los decomisos, como sucedió con el micro detenido por la Gendarmería en Campana, con municipales de Jujuy. Sí estuvo el Frente Milagro Sala. Otros, como el ex funcionario Matías Aguirre, fue filmado con los del Movimiento Evita de Berazategui bajando del tren.
Otras personas llegaron por sus medios. Nora Cortiñas, en silla de ruedas. A pie, el ex legislador Luis Zamora, que conversó con este medio y con quien lo cruzaba para saludarlo, lo mismo que a otros diputados de izquierda en ejercicio, Myriam Bregman, Nicolás del Caño y Romina del Plá, además de sus pares Leo Grosso (mc), del Evita, y Natalia Zaracho, de Trabajadores Excluidos.
Un resumen de la historia argentina
Los organizados llegaban en columnas de Camioneros, Bancarios o UPCN, además de la Unidad Piquetera, Libres del Sur, el Polo Obrero, MTS, MAS e Izquierda Socialista.
Uno de los más antiguos Sindicatos, el de Obreros Colocadores de Azulejos, Graniteros y Mosaicos (SOCAGM, data de 1929), colgó una bandera detrás del Teatro Colón, lo mismo que la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP).
Concejala Natalia Hernández, de La Matanza
La Federación Marítima Portuaria, los sindicatos de Encargados Apuntadores Marítimos y Afines (SEAMARA); de Trabajadores de Astilleros Navales; de Personal de Dragado y Balizamiento; o la Lista Azul de la Marina Mercante ocuparon espacios cercanos.
Desde el conurbano, movilizaron varios gremios como las seccionales de la UOM en La Matanza o de Avellaneda, donde la Lista Rosa de Daniel Daporta lleva meses de flamante conducción. Los del Sindicato del Gran Buenos Aires de Trabajadores de Obras Sanitarias (SGBATOS) de San Miguel, portaban remeras con el nombre de José Luis Lingeri. Otros nombres propios fueron los de Horacio Jerez, secretario general del Sindicato del Calzado, o Carla Gaudensi, del Sindicato de Prensa (SiPreBA) en Fatpren.
El Sindicato de Prensa
Los universitarios, sobre todo de izquierda, provenían desde General Sarmiento hasta La Plata. Por supuesto, había varios centros de estudiantes de la UBA. También la Asociación de Psicólogos del Gobierno de CABA y la Comisión Gremial Interdisciplinaria del Hospital Moyano, desde donde participó una delegación con pecheras azules del Sindicato Unico de Trabajadores del Estado de la Ciudad de Buenos Aires (SUTECBA).
Los expertos en salud mental tendrán mucho más trabajo de aquí en adelante.
Muchos se referían “al loco” o a “la locura” que empiezan a padecer. Las conversaciones entre los asistentes profundizaban en el contenido social de las transformaciones más inmediatas, como el aumento del transporte o las largas filas para esperar un colectivo.
Abundaban en pronósticos: aumentará el consumo de ansiolíticos; los pedidos de turnos psi que ya no dan abasto; el crecimiento de la violencia doméstica y la inseguridad.
Otros, después de oír que el juez José Ramonet rechazó la cautelar presentada por la CGT para que se suspenda el DNU, se preguntaban: “¿Los jueces estarán seguros de que, después de darle la espalda a los legisladores, el Loco no irá de frente contra ellos?”.
Al final, quienes se retiraban por la calle Libertad, se topaban con un lienzo de la Unión de Empleados Judiciales de la Nación colgado bajo la Cámara de Apelaciones con la consigna: “Ni un paso atrás, defendamos la Constitución Nacional”.
Parecía dialogar con la pancarta ante la Corte que fundamentaba el motivo: “Sin derechos no hay democracia”.