MARÍTIMO HOMENAJEA A DOS DESAPARECIDOS

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A Ernesto Rivera Aloe y Alejandro Estigarría, víctimas de la dictadura en 1976 y 1977, el Estado municipal los recordará hoy con la inauguración de un espacio en su memoria en la Plaza Los Amigos, de 133 y 52A, Barrio Marítimo.

Esta vez, el Estado ha considerado que con aquella “metodología de minuciosidad feroz y salvaje, fueron desapareciendo a una generación maravillosa decidida a fundar una nueva Argentina”. Así lo escribieron los ediles en el expediente 5092 que precedió al Despacho 18 de la Comisión de Cultura y Fomento, aprobado como Ordenanza 5734 hace justo un mes.

La propuesta fue aprobada por unanimidad, lo que da cuenta de un ánimo social que acompaña a partir de que la mayoría de la sociedad ha tomado estas reivindicaciones como parte del contrato social de los argentinos desde la naciente democracia de 1983.

No fue siempre así, ni en el país ni en Berazategui, cuando algunos políticos a cargo del Estado aborrecieron por momentos la reivindicación de quienes lucharon con o sin armas para frenar el avasallamiento que el capitalismo por fin impuso.

Las luchas simbólicas del siglo XXI fueron llevadas a cabo por los vecinos de Berazategui sin que la Municipalidad los acompañara, cuando no intentara frenarlos. Tal el caso del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, que nada tiene que ver con el acto de hoy.

El EMVJ trabaja desde 2001 en recordar a aquellas víctimas; lo ha hecho con baldosas, placas, actos y charlas en escuelas, bibliotecas o en las calles, siempre a pulmón y sin subvención estatal. Por eso han decidido no participar como organización en este acto. Sin embargo, se descuenta la asistencia de muchos de sus integrantes a título personal. Sin ir más lejos, Silvia Rivera y Silvina Estigarría, hermanas de los homenajeados, conformaron el EMVJ desde sus comienzos.

La nueva actitud del municipio a cargo de Patricio Mussi (que este año ha puesto baldosas y nombres a plazas en memoria de desaparecidos) no ha recibido críticas; apenas se deslizan en privado referencias al posible oportunismo electoral o a la irónica contraposición con anteriores discursos del padre, Juan José, presidente del Cuerpo legislativo que acaba de aprobar este tipo de ordenanzas, siempre bienvenidas.

(El texto completo puede leerse en este link  –la falta de ortografía al escribir conSejo, no es un error nuestro–).

Quiénes eran

Ernesto Rivera Aloe había nacido el 7 de mayo de 1954 en el Hospital Cosme Argerich, de La Boca, y allí transcurrió su infancia. Fue destacado alumno en la primaria y demostró su enorme capacidad al aprobar un exigente examen para entrar al Nacional de Buenos Aires. Allí cursó hasta segundo año, ya que la personalidad libre y un tanto bohemia de Ernesto no fue compatible con la rigurosidad del establecimiento, por lo que él buscó otros estudios secundarios y comenzó a participar en el centro de estudiantes militando en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES).

En diciembre de 1971, su familia se mudó al Barrio Marítimo.

Comenzó la carrera de Psicología en la UBA; profundizó su militancia en la J.U.P. (Juventud Universitaria Peronista), y cumplió con el servicio militar obligatorio sin abandonar su participación política ni el compromiso social, a pesar de los riesgos.

El 23 de julio de 1976, a las tres de la madrugada, un explosivo voló la puerta de su casa, en 133 N° 5130; venían a buscarlo, pero él no estaba, luego de violentos interrogatorios, de romper y revolver toda la casa, se fueron con la amenaza de volver a matar a su padre si no lo encontraban.

El mismo 23 de julio a las 20, un grupo de tareas que entró al departamento en la calle Billinghurst, de la Capital Federal, lo asesinó junto a María Mercedes Lugones, la abuela de su amigo Norberto Biosca, compañero de militancia.

Hacia marzo de este 2019, en Saladillo, el Colectivo por Memoria, Verdad y Justicia colocó una cerámica con la imagen de Rivera en el Memorial, el monumento ubicado en el predio frente del ex Ferrocarril Roca, próximo al Galpón cultural, donde también hubo una muestra fotográfica: «Pasado-presente» de la fotoperiodista y antropóloga visual Liliana Contrera.

Alejandro Estigarría, nacido en La Pampa, donde cursó la primaria, vino con sus padres y tres hermanos –a quienes se sumaría Silvina– hasta un pequeño departamento en el Barrio Marítimo, entre gente humilde y trabajadora. Amaba la vida: jugar con su hermana, escribir canciones, cartas de amor. Era scout; le gustaba pescar y jugar al fútbol. Le dolía la injusticia, le preocupaba la situación social; sobre eso escribía. Así llegó a comprometerse y a militar, como tantos jóvenes de su generación que soñaron una sociedad mejor y creyeron poder alcanzarla.

Terminaba la secundaria en el colegio Politécnico –orientación Electro– cuando el 27 de mayo de 1977, pasada la medianoche, una patota del BIN 3 que había pedido zona liberada, golpeó puertas y ventanas del departamento de la planta baja donde la familia dormía, pidiendo a los gritos que abrieran. Lo separaron a culatazos de su padre Juan Carlos, mientras los demás integrantes de la familia quedaron sobre la cama matrimonial bajo vigilancia.

Juan Carlos vio que se llevaron a su hijo en uno de dos autos.

Esa noche se habían llevado a un compañero del ‘Poli’: Carlos San Martín; y otro que había terminado la escuela –Carlos Blanco– había sido “chupado” el 24 de mayo.

Frente a aquel departamento de donde fuera arrancado, el Encuentro por la Memoria, la Verdad y la Justicia de Berazategui colocó una baldosa el año pasado, como símbolo de memoria, de lucha, de resistencia, aunque también como celebración de la vida, el juego, el amor, la esperanza y la justicia social.

El 9 de abril de este 2019, se colocaron baldosas en el Politécnico, por los tres estudiantes del Politécnico, por otro ex alumno desaparecido, Ricardo Cenzabelo, y por la profesora secuestrada Lucía Swica en un acto que el colegio llevó adelante a instancia del EMVJ. Así dio cuenta de estos recientes homenajes el periódico para Barrio Marítimo, La Estrella del Sur:

El periódico de Marítimo.

Imágenes del acto

Jorgelina Pereyra cerró el acto.

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