SOBRE UN POLICIA MUERTO EN 1975

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Su hija vive en Berazategui y reclama que nadie haya pensado en indemnizar a víctimas como ella y sus familias (la primera indemnización la perdieron). Como el policía era de Varela, editamos gran parte del material del colega de esa Ciudad, Alejandro Suárez. Esta reedición de la nota viene a cuento al cumplirse 47 años.

Juan Maneiro creció con su familia en el barrio El Rocío, de Varela. Después, en la calle 25 de Mayo. Fue a la Escuela 17, salvo los días de tormenta, porque esos días le daban miedo y prefería quedarse en casa. Cursó la Secundaria en el San José Obrero, de Solano, y se casó con la mujer que siempre quiso: Alicia Bruni. Sus sentimientos eran tan fuertes y su amor tan grande, que quiso que la hija de Alicia, Karina, llevara su apellido. Era policía de la Federal, pero tenía ganas de dejar la Fuerza. La inestable situación política lo había convencido. Además, Alicia estaba embarazada y quería un futuro más tranquilo.

El 19 de marzo de 1976, cuando Juan (22 años) hacía guardia en el Consulado de Kuwait, en la calle Lima, de la ciudad de Buenos Aires, a eso de las diez de la noche, desde un Falcon le dispararon con una ametralladora y lo mataron sin darle tiempo a defenderse. Eran los últimos días del gobierno de Isabel Perón. La Argentina era un campo de batalla, donde los guerrilleros de Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo actuaban en democracia. Faltaba menos de una semana para el golpe de Estado que pondría a Jorge Videla al mando.

Juan nunca volvió a casa. Alicia y Karina nunca encontraron respuestas. A Juan lo sepultaron en el cementerio de Varela, con todos los honores, en una ceremonia a la que asistió, solo, sin custodia, el general Albano Harguindeguy, jefe de la Policía Federal.

La noche del velorio, Carla Cecilia llegó al mundo sin saber que nunca iba a poder conocer a su padre.

Carla Cecilia Maneiro es madre de cuatro hijos, y abuela, pese a su corta edad. Tiene unos enormes ojos verdes que heredó de Juan. No es lo único. Al comparar las fotos, el parecido sorprende. Habla en forma calma, y se refiere a él con cariño. “Mi abuela decía que yo tengo el timbre de voz de papá, los ojos como él, y que lo bueno era que no tenía la nariz de mi papá”, cuenta.

Entrevista con Carla Cecilia, la hija

Por Alejandro César Suárez

¿Qué sabés sobre tu padre?

-Que era una buena persona, algo infantil y divertido.

-¿Cómo se conoció con tu mamá?

-Mi mamá lo conoció de chiquita porque mis abuelas trabajaban juntas. Al principio, mi papá la adoraba, pero ella miraba para otro lado… Mamá quedó embarazada a los 17 años y el muchacho que estaba con ella le dijo que si el hijo no era un varón, el no se iba a hacer cargo. Como fue nena, se rompió la relación y ella siguió sola. Nació mi hermana Karina, y tiempo después se puso de novia con mi papá… El quiso darle su apellido a mi hermana, se casaron, mamá quedó embarazada de mí… y antes de que se cumpliera un año de matrimonio lo mataron. Por eso costó que yo tuviera su apellido, poder probar la paternidad. Aunque se solucionó. Soy muy parecida a él. No tan alta, pero sí bastante grandota.

-¿Cómo siguió la vida después del asesinato?

-Cuando lo mataron, mamá se mudó a Sourigues, sufrió un largo tiempo de depresión y tuvo un tratamiento psiquiátrico. Hasta el día en que murió no asumió esa pérdida.

-¿Cómo fue crecer sin tu padre?

-Hasta mis quince años fue difícil. Como la fecha de la muerte y la de mi cumpleaños coincidían, me planteaba por qué iba a festejar. De chiquita no quería regalos para mi cumpleaños, quería que de febrero se pasara a abril, que no hubiera un marzo… Porque en marzo mataron a papá, en marzo era mi cumpleaños… Y era muy fuerte eso, que las dos fechas coincidieran. Años después, mamá también falleció en marzo. Ella me llevaba al cementerio, a llevarle el boletín a mi papá… En ese momento era un honor para mí, ir a decirle a mi papá que me había portado bien, que había pasado de grado. Sólo cuando me casé, reaccioné. Y sin culpar a mi mamá, me di cuenta de su inmenso dolor, al llevarnos a hacer eso, que era su manera de acercarnos a mi papá. Estuve mucho tiempo sin ir al cementerio. Recién volví después de diez años.

-¿En el colegio te preguntaban algo?

-Íbamos a un colegio privado de Berazategui porque mamá tenía miedo de la guerrilla. Nunca nos faltó nada en lo económico pero sí afecto, mamá estaba tan ida que no nos acariciaba como yo hoy acaricio a mis hijos. Ella nos daba todo, pero sin cariño, como metida dentro de una burbuja… Era difícil ir al colegio. Hay cosas de mi infancia que no recuerdo. Quizás sea una cuestión mía querer olvidar.

-¿Qué sabés de lo que pasó?

-A papá lo mataron en marzo y en mayo ellos cumplían el aniversario. Lo mataron los montoneros cuando estaba haciendo guardia en el consulado de Kuwait, se supone que por un error, porque parece que buscaban a otro policía. Bajaron de un Falcon, lo saludaron, él les hizo la venia, el primer tiro le sacó la mano, quedó indefenso. Según el informe del médico, tuvo dos descargas de ametralladora en el cuerpo. El quería dejar la Policía porque era una época difícil. Quería que yo naciera en el Hospital Churruca, pero nací en Varela, la noche que velaban a mi papá. Nací con un problema respiratorio, estuve mal mucho tiempo… Al final, ni él pudo dejar la Policía, ni yo nací en el Churruca.

-¿Tu mamá nunca rehizo su vida?

-Cuando yo tenía doce años mi mamá empezó una relación con un novio de su infancia. Pero duró poco. Después nunca más… Nos dijo que no quería llevar a nadie a casa por el temor de que pudiera abusar de sus hijas. Así que nunca rehizo su vida. Vivió en su soledad, con sus alpargatitas, joggings, no salía… Hace un año y medio que falleció… Se dejó estar. Recibió una buena pensión porque papá murió en cumplimiento del deber. Pero decía que esa plata no le servía, que hubiera preferido tener a su marido, tener un apoyo para sus hijas. Nos cuidó, protegió y sobreprotegió, pero el lugar de padre es insustituible. Por suerte tengo una grabación chiquitita con la voz de ella… Porque cuando alguien muere, con el tiempo uno se va olvidando de las voces por más que quiera retenerlas.

-¿Tu familia recibió alguna indemnización por la muerte de tu padre?

-Hubo una indemnización que se pagó en dos mitades. Una mitad la usó mi abuela para viajar a Italia, y la otra quedó para mi hermana y yo, para cuando fuéramos mayores, pero la inflación llevó ese dinero a nada.

-¿Tuvieron algún reconocimiento?

-Mientras fuimos chicas íbamos una vez por año a la sede central de la Policía Federal, al Patio de las Palmeras, a un homenaje que se hacía a los policías caídos, pero nada más. Cuando pedí un trabajo en la Policía me dijeron que no había nada para mí. Entré y me fui… Por suerte ahora tengo un trabajo estable.

-¿En Varela nunca se le hizo un homenaje a tu padre?

-Nada. Nunca. Para colmo, cuando volví al Cementerio ni siquiera podía encontrar su tumba. La sepultura parece la del peor de los ladrones. Se robaron el mármol y el bronce, faltan las placas, el pasto está crecido, está en el peor lugar… Nadie puede saber que hay un policía muerto ahí. Yo tengo que pagar todos los años para renovar la tierra. Es una vergüenza.

-¿Qué sentís cuando ves que hoy se cuentan las cosas de una forma distinta?

-Es muy difícil. Ahora hay otra versión de la historia. Hay gente que dice que los policías estaban involucrados, que está bien lo que les pasó. Hay gente que piensa que no. Yo escuché, pero no lo viví. Todo el mundo habló siempre bien de mi papá… En esa época se mataba por matar, y por más que se hayan equivocado, y pidieran disculpas, no le devolvían la vida a nadie.

-¿Tu mamá hablaba de la guerrilla?

-Mamá nos cuidó mucho sobre todo ese tema… Yo a los 17 años me casé, quería salir del departamento, de abajo de la pollera de mamá… Nunca tuve con ella las charlas que hoy se tienen con los hijos. Ella vivía con mucho miedo, nos cuidaba demasiado. Nos decía que lo habían matado, pero no nos explicaba qué era lo que había pasado. Con el tiempo sí, fui hablando con mi abuela, mi tía, y fui sabiendo más.

-¿No es injusto que sólo se recuerde a las víctimas de la dictadura?

-Es injusto. Que el nombre de mi papá solo esté en una placa en el Departamento de Policía es muy poco. No se reconoce a la gente que la guerrilla mató… Papá no usaba siempre uniforme, esa vez estaba ahí pero no era lo habitual, no era su trabajo. Mataban a cualquiera y sin importarle si tenía mujer o hijos…. ¿Qué derecho tenían de matar? El policía no puede abusar de su cargo, y tampoco cualquiera tiene por qué matar a su policía solo por serlo.

-¿Qué te genera ver que algunos montoneros hoy están en el gobierno?

-Me brota. Me da bronca. Pero dicen que uno recibe lo que hace. Y que como uno es, le vuelve… Por más enojo que yo tenga, no les va a llegar. Por eso, no vivo con rencor. El rencor no sirve, no puedo criar así a mis hijos y mi nieto. El rencor no me devuelve a mi papá… Pero como ellos fueron, así van a terminar.

(Revista Extraordinaria de Mi Ciudad, diciembre de 2014)

Una respuesta a “SOBRE UN POLICIA MUERTO EN 1975”

  1. Lei toda la nota me empezaron a caer miles de lágrimas porque yo lo vivi Cecilia Maneiro es mí sobrina y las 2 nos preguntamos porque importa mas un hijo/A dé guerrilleros qué una hija qué nació huérfana por culpa de los Guerrilleros:Cuando aparece un supesto nieto prácticamente todos lo festejan ( abuelas de Plaza de Mayo) pero a los qué sufrieron pérdidas irreparables Cecilia Maneiro)fue hija dé un Policía caido én cumplimentar del deber él eligió cuidar personas los Montoneros eligieron Matar personas Cecilia Maneiro sabes que tú padre siempre estara en nuestro Corazón :::Quien odia e insulta a la Policía es un ser despreciado por la socedad toda :::

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