Este 10 de septiembre se cumple un año de que Rubén Darío Carbonel apareciera ahorcado en la Comisaría 1ª de Berazategui.
Había sido detenido en el centro de Berazategui, nunca quedó claro porqué, y llevado a la seccional de calle 11 antes de mediodía.
Ese 10 de septiembre de 2019 había salido de su casa a la mañana, luego de tomar su remedio. Debía tomarlo después de cada comida, cuatro veces al día.
Desde su separación, había caído en depresión. A los 22 años, empezó un tratamiento que se extendió por 18 meses en una clínica cubierta por la obra social. Fue tratado por cuatro psiquiatras. Cuando quedó desempleado, siguió en el Centro Sábatto. Cada vez lo medicaban más, recordó su madre, Zulma Escobar, a este CIB.
Aquella mañana, al llegar a la seccional de calle 11, acompañada por otro hijo, la madre explicó al uniformado que llenaba planillas, que el detenido “debía tomar su medicación porque había tenido dos intentos de suicidio. No tiene antecedentes; es la primera vez que pisa una Comisaría”. Tomaba Clonazepan y otros tres químicos.
El policía respondió que dependía de la fiscal (Silvia Borrone). Desde finales de agosto, la dependencia estuvo a cargo del comisario Hugo Gutiérrez.
La madre está convencida de que no le dieron la medicación.
La familia, patrocinada por Dante Morini, inició acciones contra la Policía por esa muerte. El abogado pidió llamar a indagatoria a los policías en un caso de responsabilidad civil del Estado.
“Lo llevaron preso a la mañana. A las 13, me avisaron de su detención. Y a las 16 me informaron de su muerte”, relata, un año después.
“Estoy segura de que colapsó porque no le dieron su medicina, estoy segurísima”, insiste.
“Sin esos remedios, le agarraban ataques de pánico, se descontrolaba, no podía con su cabecita. Por eso les pedí a los policías, por favor, que le dieran sus medicaciones”.
“Aun no me devolvieron ninguna de sus ropas. Ni la que llevé de mi casa me han devuelto”.
“Vivo en una angustia diaria, estoy en tratamiento, con psiquiatra y psicóloga, que me llevan desde el primer día para poder sobrellevar el gran dolor que tengo por la pérdida de mi hijo. NO hay día en que no lo piense”.
El padre tiene 62 años, una década más que la madre. No son los únicos que lo extrañan:
El pequeño hijo de Rubén tiene para su madre una pregunta recurrente:
–Mamá… ¿por qué papá no viene?
Maldita policía.