EMPLEO DOMESTICO, EL TRABAJO ESCLAVO

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Por India Valente (PTS) / Valentina Rodríguez Trabajadora precarizada

El trabajo doméstico fuera del hogar en el mundo, es realizado en su mayoría por mujeres. En la Argentina se estima que 1,2 millones de personas están empleadas en el servicio doméstico. La mayoría aplastante son mujeres (94,7 %, según el Ministerio de Trabajo) y según el Informe Sintético de migraciones laborales sobre trabajo y empleo de 2017, el 37% de esas mujeres son migrantes y sus hijas continúan casi por herencia esta labor. Cuenta Irma, trabajadora doméstica peruana, «el viernes tuve que ir con mi hija (14 años) porque estaba recién operada y, si no voy, no cobro, entonces la traje a ella para que me ayude«. Candela es peruana y cuenta que trabaja cama adentro por $5000 y que además le retienen el DNI.

Este convenio que rige en Argentina contempla que las mujeres pueden empezar en el registro laboral a partir de los 16 años con un certificado de aptitud física y quedando prohibida su contratación a menores de edad escolar que no hayan completado su instrucción obligatoria, a excepción que el empleador/a se haga cargo de que la empleada finalice sus estudios. Es así como una adolescente «legalmente» puede entrar al mercado laboral doméstico, con una carga horaria de hasta 36 hs. Semanales sin siquiera haber terminado la escuela.

Hablamos del trabajo registrado pero en la mayoría de los casos este trabajo no se registra. El 72% de las trabajadoras domésticas, según datos aportados por Economía Feminista(s) está en la informalidad. Dicho de otras manera, 3 de 4 trabajadoras domésticas no tienen obra social, aportes, ni ningún tipo de seguridad social. Dice Paula, boliviana, «trabajo cama adentro de domingos a viernes hace 5 años y estoy en negro. Además de las tareas del hogar vivo con un anciano a quien cuido«.

El convenio colectivo habilita que las trabajadoras domésticas realicen a su vez cuidado y acompañamiento de personas. En el punto 2 del convenio dice: «se considerará trabajo en casas particulares a toda prestación de servicios o ejecución de tareas de limpieza, de mantenimiento u otras actividades típicas del hogar. Se entenderá como tales también a la asistencia personal y acompañamiento prestados a miembros de la familia o a quienes convivan en el mismo domicilio con el empleador, así como el cuidado no terapéutico de personas enfermas o con discapacidad«. En ese sentido, sobre las trabajadoras domésticas recae todo el trabajo del hogar y las tareas de cuidado por el peor salario del mercado, con las peores condiciones de contratación. María dice, «cuido a un anciano, no está enfermo, lo baño, lo visto, y estoy con él durante el día y la noche, también me ocupo de mantener el orden, la limpieza y de su alimentación«.

Relatos y más relatos que dan cuenta de la discriminación y super explotación que sufren las trabajadoras domésticas. Sus espaldas y manos no dan abasto con las casas inmensas que les toca limpiar y administrar porque, por supuesto, quienes las contratan bajo convenio esclavo son empresarios que viven en las zonas más exclusivas de la Capital y el Gran Buenos Aires.

Rocío, quien vive en Virrey del Pino, comenta que le descontaron los días, aunque está en negro, por haber faltado los días de inundación, ya que su casa se llenó de agua al punto de que tuvo que evacuar a su hija y madre. Además, cuando llega de trabajar, se hace cargo de su hija y los quehaceres de su propia casa, trabajo que no es pago. Las trabajadoras domésticas son además responsables del cuidado y la limpieza de sus hogares de manera no remunerada. Una doble explotación que recae sobre las mujeres que repite cristaliza en manos arrugadas de lavandina y detergente que no conocen el descanso.

El sindicato de Empleadas Domésticas UPACP enrolado en la CGT no hace nada por la amplia mayoría de trabajadoras que ni siquiera están registradas y que, por ende, no tienen forma de organizarse de manera sindical, no sólo para exigir mejores condiciones laborales sino que además de todo, en muchos casos sufren acoso por parte de sus patrones, que es otra de las grandes peleas que dan las trabajadoras día a día, pero muchas veces de manera solitaria. El sindicato no sólo excluye a quienes no están registradas sino que no pelea ni siquiera por quienes si pueden sindicalizarse: ¡no lucharon ni por el acceso de las trabajadoras al bono!

¡Esclavas jamás!: El grito de las luchadoras de Nordelta

Pero a pesar del convenio escandaloso, del empleo en negro, y la doble explotación por las tareas que también deben cumplir en su hogar, las trabajadoras domésticas se organizan y luchan. Como en Nordelta, donde parecía impuesto un “apartheid” de parte de los patrones que les impedían a las trabajadoras subir a los mismos micros que los propietarios de las casas de los grandes barrios privados. Ellas, con toda valentía, se pusieron de pie e hicieron de su caso un ejemplo a seguir, ya que lograron volver a viajar en el transporte que les correspondía, pero además lograron poner en discusión las profundas diferencias en la forma de vida de sus patrones y la de sus familias, y con esto el desprecio de los millonarios por las trabajadoras. Pero ahora la invitación es a ir por más, instalando las demandas de este sector como parte de los debates que se dan dentro del movimiento de mujeres. Y a ir por más para pelear mejores condiciones de vida, junto a otros sectores de la clase obrera, como lo son sus familiares, a ir por más con ellos y con los estudiantes.