En JM Gutiérrez ya puede disfrutarse la Plaza Carlos San Martín. Este espacio, ubicado en calle 413 y Camino Real, forma parte del proyecto del nuevo Centro Cívico, Cultural y Recreativo de la localidad.
La obra de puesta en valor tuvo inversión del Gobierno nacional e incluyó la construcción de veredas y bancos; la instalación de juegos nuevos y luces Led; además de la forestación y conservación de ejemplares.
Lo que pocos saben es la historia que le da nombre al lugar, tomado de un joven estudiante desaparecido en lo que sería el equivalente de la noche de los lápices de Berazategui, en un mes como éste, hace 45 años. Una historia que no debe quedar en secreto y no ha sido muy difundida en los posteos al respecto.
Quién fue San Martín
Como ya informara el CIB con una nota de Alberto Moya, la historia de Carlos San Martín entronca con la de sus abuelos maternos, refugiados desde Ucrania y Bielorrusia. A los 18 años, cuando tuvo lugar el Golpe de Estado, trabajaba de mozo en un bar de esta ciudad y militaba en el Centro de Estudiantes del Colegio Politécnico.
En la gélida noche del 27 de mayo de 1977, en JM Gutiérrez, unos tipos golpearon a la puerta de una casa sin verjas sobre el Camino G. Belgrano; les gritaron que estaban rodeados. Cuando entraron, dos encañonaron a la cabeza de San Martín padre y, luego de llevarse a su hijo, robaron lo que pudieron.
Poco después, Claudia Perepichay empezó a ir a la Plaza, donde buscar a su retoño era “una forma de volver a nacer”.
Al año, ella miraba con distancia la expectativa que generaba el Mundial de fútbol. Mientras veía a los parientes escuchar los partidos, lloraba por ese puñal clavado a través de tan distractiva “pantalla”.
A los dos años, cuando vino la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, Guillermo, el menor de los chicos, rechazó la invitación escolar para ir en contra de las denunciantes. “No, ahí está mi mamá. Yo no voy”, respondió, antes de ser sancionado. Esperó a que ella regresara de la Plaza para avisarle: “Mami, me pasó algo difícil”.
Una respuesta a “DE UCRANIA, A UN DESAPARECIDO. EL SECRETO DE LA PLAZA”