(Por Nicolás Santomé, de periódico El Progreso)
“¡Ah, el horror! ¡El horror!”.
La frase pertenece al epílogo de El corazón de las tinieblas, escrita por Joseph Conrad hace más de 160 años. El libro es un acercamiento a la condición humana en su estado más primitivo: los límites que somos capaces de vulnerar; la brutalidad en estado puro. El corazón de las tinieblas es el corazón del hombre, ni más ni menos.
Los límites de la ficción, es sabido, sólo pueden ser superados por la realidad. El terror, a veces, suele estar a metros de distancia, detrás de la puerta de nuestro vecino, en la silla de nuestro compañero de trabajo o en el dormitorio de nuestros padres.
L. tiene 7 años. Nació con una discapacidad mental y motriz. Eso no le impide sentir, reír, llorar y jugar como otros niños. Pero los juegos que juega L. no son los que cualquier niño de su edad juega. Son juegos perversos, intrusiones traumáticas que dejan una huella imborrable.
L. vive sucio y desaliñado al igual que su hermano, algunos años mayor que él. Mientras tanto, su mamá A., maestra de jardín de infantes, lo trata frente a otros más o menos como cualquier madre trata a un hijo: A veces distante y otras veces con apego.
En la intimidad L. experimenta el horror: es abusado por su mamá, que le practica sexo oral, se le sube encima para montarlo y violarlo sin que él, a total merced de esos vejámenes, pueda oponer resistencia. Va más allá; filma esas escenas, que repite día a día. Toma fotos de esas violaciones y luego se las envía a D., un presunto novio que fue detenido meses atrás por tráfico de drogas.
¿Qué hace D. con esas fotos y con esos videos? ¿Se excita? ¿Los vende y distribuye en una red de pornografía? Acaso la pedofilia, la producción y distribución de material pornográfico sean más comunes de lo que sabemos o creemos (o queremos) saber.
L. ha jugado el mismo juego decenas de veces. Juega con la persona que más confianza le genera, la más cercana. Para él sigue siendo un juego más: es incapaz de simbolizar y comprender lo que ocurre.
¿Qué hay detrás de todo lo que vive L.? ¿Qué hay detrás de una mamá que hace lo que A. hizo con su hijo? Lo indecible, lo impensable, lo que no podemos siquiera llegar a imaginar; aquello que una vecina de A., entre tanto comentario de vereda, no se atrevía a pronunciar ante su marido para contarle por qué A. era metida en un patrullero:
-“Lo peor que te puedas imaginar. El horror”.
Intervino el fiscal Daniel Ichazo, de Berazategui.
Según Federico Fahsbender, de Infobae, fue detenida el 26 a la noche por la Jefatura Distrital Berazategui. El niño, que sufre problemas mentales y motrices, quedó a cargo de su tía. Hubo más de 100 filmaciones.
G., de 45 años, maestra, madre de dos hijos de 7 y de 13 años, se hizo la sorprendida mientras la esposaban. «Sabe por qué venimos», le dijo un efectivo. Le leyó la imputación: producción y distribución de pornografía infantil, videos que mostraban abusos de niños, también de los delitos de abuso sexual con acceso carnal agravado, corrupción de menores agravada.
Callada, subió al móvil.
El año pasado, Gendarmería detuvo en Zapala, Neuquén a D.L, de 44 años, supuesta pareja de G., en el marco de una causa por drogas. Le encontraron su celular y revisaron su cuenta de WhatsApp: los videos provenían siempre del mismo teléfono. El rastreo al titular llevó al nombre de G. Ichazo, a cargo de una UFI especializada en pornografía infantil y trata de personas, recibió el oficio el jueves por la mañana.
NOVEDADES
Una joven denunció en la Comisaría de la Mujer de Berazategui que entre sus 10 y 12 años, cuando tomaba clases particulares, había sido manoseada por su tío, el entonces esposo de la educadora violadora.
Así lo publicó el sitio DataJudicial, la entonces menor narró que en su momento le manifestó a sus padres que no quería seguir viendo a su familiar.
El caso se sumó a la causa de «pornografía infantil, grooming, abuso sexual gravemente ultrajante y corrupción de menores».