SE VIENE OTRA MERIENDA LITERARIA

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Este domingo, en el más céntrico lugar elegido para este 2022, Patricia Lob y Nadia Roa esperan a las lectoras con otra de sus celebradas Meriendas Literarias en las que se presenta a autoras y autores que se autoeditan, proveedores de nuevas propuestas en sus libros.

Para el encuentro de este mes, la invitada es la rosarina Silvina Potenza, comunicadora y escritora, quien vendrá con sus libros y presentará las novelas Por la magia del camino y Como el sol de la mañana, además de compartir su participación en la antología Mujeres libres.

La cita será este domingo 10 desde las 17.30 en el bar Rafiki, de calle 13 N° 4887, casi 149.

Video adelanto de la entrevista con Patricia Lob

Quién es Potenza

Ha concurrido durante quince años a talleres literarios, lo que le ha permitido formarse en el campo de la escritura creativa a la vez que sigue con sus estudios en Talleres de Novela.

Ejerció el periodismo en forma independiente, colaboró en numerosas publicaciones y en tres radios de frecuencia modulada. Desde 2010 se dedicó de lleno a la escritura.

Soñadora, luchadora incansable y perseverante. Amo viajar y descubrir lugares. Me gusta ir a caminar, tomar café con amigos y nadar… la pileta es un maravilloso lugar para crear. Deseo de todo corazón que mis historias puedan llegar a mucha gente y la disfruten tanto como lo hago yo al escribirlas.

S. Potenza

VIDEO de invitación desde facebook

Jalones de éxito

  • 2009: Primer premio en concurso organizado por la Municipalidad de Rosario, por el cuento para niños “Rebelión en el piano”, publicado por ellos.
  • 2010: Primer premio por el cuento “La Cajita” en el concurso realizado por el Centenario de la Asociación Cultural Dante Alighieri de Rosario.
  • 2013: Autora del libro “Habladurías de un corazón mágico”, biografía autorizada del cantante DYANGO (José Gómez Romero, Barcelona, 1940). Publicado en Argentina.
  • 2014: Co-autora de la novela colectiva “Las chicas de Adriana”. Publicada por Homosapiens, Argentina.
  • 2015: Participación en el Libro de los Talleres Literarios, Ed. Dunken.
  • 2015: Autora de “Si tus ojos no me miran”, novela romántica, Laborde Editor, Rosario (autofinanciada).
  • 2015: Autora de la novela “Como el sol se la mañana”. Editada en 2017 junto a Severled Ediciones (autofinanciada).
  • 2016: Autora de la novela “Cuando pueda mirarte a los ojos” -inédita-
  • 2017: Publicación de “Como el sol de la mañana”, editada junto a Severled Ediciones.
  • 2018: Investigación para la nueva historia a desarrollar.
  • 2019: Autora de la novela “Por la magia del camino”, editada por Historias de Pasión.
  • 2020: Participación (con dos cuentos) junto a otras cuatro escritoras nacionales en la Antología “Mujeres Libres”, SEVERLED Ediciones.
  • 2020: Miembro del Jurado en Categoría D, del concurso de cuentos infantil y juvenil “El ambiente en tus manos”, organizado por el INTA.
  • 2020: participación como co autora en el proyecto de novela colectiva del presente año del Taller de Novela de Marcelo Scalona (Rosario).
  • 2020: autora de la novela “Como si fueras mi hijo” (inédita)
  • 2021: 2da Mención en V Concurso Literario y II Virtual Sobre Narrativa, organizado por el Centro Murciano de Córdoba por el cuento “Con aroma a Canela”.
  • 2021: Co autora de la novela colectiva “EL CIRCO Y LA MARIPOSA”, editada por Homosapiens.

Así escribe:

(En este fragmento aparecen Leticia Acevedo -Mamina- tía de Juan Andrés Acevedo, el protagonista, que en un encuentro hablan sobre la experiencia que él hará en España, el Camino de Santiago)

“POR LA MAGIA DEL CAMINO”

(…) Al mismo tiempo que sirvieron el postre, un mensaje llegó al celular de Leticia. Se puso los lentes de cerca y lo leyó “Mamina, ¿ya venís? Estoy en tu casa. Traeme canelones”. Al finalizar sonrió y mirando a Tulio le dijo:

—Hermano, es un poco tarde ya, ¿me pedís un taxi? Ah, y me llevo algunos canelones de los que sobraron, así mañana no cocino—. Tulio y Amelia sabían perfectamente de quién había sido ese mensaje: sin lugar a dudas de Juan Andrés. Leticia, prudente y para evitar los celos naturales de Amelia por la relación que tenía con su hijo, intentaba no dar explicaciones. Aunque era una verdad oculta y todos sabían que Andy podía faltar a la cena familiar pero seguro no iba a partir de viaje sin visitar a su tía. Leticia y Ana Inés compartieron el taxi y luego de despedirlas en la puerta y antes de que fuese más tarde, Tulio llamó a su secretaria (…)

Leticia Acevedo vivía en una hermosa casa. Tenía un gran jardín y sus dependencias estaban al fondo. En el sector del frente funcionaba desde hacía años el estudio jurídico-contable A&B, por las iniciales de los titulares Tulio Acevedo y su socio y amigo de toda la vida, Santino Buscemi, padre de Esteban, el alma gemela de Juan Andrés.

Era casi medianoche cuando Leticia ingresó a su casa. Andy tomaba una cerveza y miraba televisión.

—¡Al fin, Mamina! ¡Tengo un hambre que no doy más!

—Y bueno, hubieras venido a cenar con nosotros. Mirá la hora que es.

—Si vas a venir con reproches me vuelvo a casa. Solo quería saludarte. Sabés que hoy no es mi mejor día y que además mañana me voy y aún me quedan cosas por preparar.

—Era solo un comentario. Sabía que ibas a venir, te conozco, chiquito. Fijate que en el freezer hay pan, descongelalo mientras te caliento los canelones.

—¡Los más ricos de la faz de la tierra!

—Dejate de cumplidos, zalamero. Contame, ¿cómo estás?

—Como siempre, Mamina, como siempre. Aunque ahora con mucha ilusión, hace tiempo que esperaba este viaje.

—No me cierra muy bien, ¿cómo es que se llama lo que vas a hacer?

—Voy a España, al norte, a hacer El Camino de Santiago, termina, como su nombre lo dice, en Santiago de Compostela, Galicia, los pagos de tus ancestros.

—¿Y cómo vas hasta allá?

—¿A España? En avión, y al Camino, obviamente a pie.

—¿A pie? ¿Es cerca?

—Casi 700 kilometros, tía.

—¡Estás loco, Andy! ¡Cómo vas a caminar tanto!

—Que estoy loco, Mamina, no te lo discuto. Bueno, loco o como se llame al tener una vida incómoda y no encontrar mi lugar. ¿Y cómo voy a caminar tanto? De la única manera que se puede: un paso a la vez.

—Y, ¿con quién te vas? ¿Con Esteban?

—No, me voy solo. Él quiso venir, pero me opuse. Quiero hacer esto en soledad… ya conoceré allá suficiente gente.

—A ver, explícame otra vez porque no entiendo bien, Andy… ¿Vas a caminar 700 kilómetros? ¿Para qué?

—Mamina, vos manejás internet perfectamente, ¿no? Bueno, googléa y leé sobre El Camino de Santiago. Vas a ver millones de cosas. Lo que yo voy a hacer, es el camino Francés, desde Pamplona hasta Santiago de Compostela.

—Y, ¿dónde vas a dormir, comer? ¿Hay hoteles?

—Es una experiencia distinta a todo lo que conozco. Durante todo el trayecto hay albergues, públicos y privados. Allí podés descansar, comer, dormir. Son innumerables los pueblitos por donde pasa el Camino, donde me canse, pararé. Y ahí, en los lugares donde pernoctás o comes, hacés sellar tu credencial de Peregrino.

—¿Una credencial? ¿Es como un club?

—No, Mamina, no. Esa credencial es la que te permite alojarte en los albergues de los peregrinos por un costo muy bajo, en algunos, hasta a voluntad, lo que quieras donar. Y después con esa credencial sellada, que es la que avala tu recorrido, en Santiago te dan la Compostela.

—¿La Compostela? ¿Se llama como Santiago de Compostela?

—Mamina, no sé si reírme o retarte. Sí, como Santiago, donde está la catedral con la tumba del apóstol. Obvio que de ahí toma el nombre. La Compostela es un certificado de que hiciste el Camino. Al iniciarlo te dan la credencial de peregrino que te explicaba antes. Mientras vas pasando por los lugares te colocan un sello, así consta que el recorrido lo estás haciendo a pie. Mínimo tenés que tener un sello por día. De un albergue, una iglesia, un bar. En Santiago, en la oficina de Acogida al Peregrino hacés el trámite: presentás esa credencial sellada y te dan la Compostela.

—Oh, qué lío.

—No es lío, vos no me estás prestando la suficiente atención, Mamina.

—Y, ¿cuánto vas a caminar por día? ¿Te entrenaste para eso?

—Bastante, tía. Pero no te preocupes, llevo buen calzado. Y haré lo mejor que pueda. Yo supongo que en 20, 25 días podré llegar. Todo depende de cuánto recorra por vez, pero creo que haré un promedio de 25 kilómetros. A veces un poco más, otras un poco menos. Y donde me canse pararé y veré donde pernoctar.

—Me parece una locura todo esto, Andy. Irte así a la deriva, tan lejos.

—Sos exagerada, Mamina. ¿A la deriva? Voy a estar en España, en el primer mundo.

—¿Y por qué necesitás irte tan lejos? ¿Y si te dan crisis? ¿Qué vas a hacer?

—Lo de siempre, esperar a que se me pasen. Además, Mamina, ya te dije, es una experiencia que necesito hacer.

—Pero ¿te llevas tu medicación? ¿El teléfono de la doctora García?

—Sí, tengo todo. ¡Podés dejarme de tratar como a un chico! ¡Tengo 37 años!

—Perdoname, tenés razón. Es exceso de amor.

—Sí, exceso de amor que a veces me rompe bastante las pelotas, Mamina… pero bueno. No vine a pelear. ¿Están ya los canelones?

—Sí, ahí te los traigo. Ah… Cambiando un poco de tema, ¡no sabés! Le dieron reposo absoluto a Anabel, hasta el parto.

—Uh… ¡no me digas! ¿Por qué? ¿Todo bien con el bebé?

—Parece que está con presión alta, pero si hace el reposo, estará bien seguramente. Y tu papá iba a hablarle ahora que yo me venía.

Bueno, mañana le preguntaré. Esto está mortal, Mamina, indescriptible.

—No le digas que te conté, no quería preocuparte antes de viajar. Así que esta vez Tebi no va… ¿me imagino que te llevarás el celular, no?

—Sos densa… Sí, lo llevo, pero voy a estar por el medio de las montañas, no sé siquiera si va a haber señal y además pienso apagarlo apenas ponga un pie en España.

—¿Y cómo vamos a saber si estás bien?

—Mirá, si me pasa algo, se van a enterar seguro. Las malas noticias vuelan. Y si no, prescindirán de tener noticias mías por un tiempo. ¿Qué parte de “quiero estar solo y desconectado” no te quedó clara, Mamina?

—Más de un mes dijiste, es mucho tiempo.

—No dije que fuera un mes ni más de un mes. No sé cuántos días serán y sabés que pasan volando. Además si te vas al campo, ni te enterás que no voy a estar, tus estadías allá son generalmente muy largas y yo no te hago tanto alboroto.

—Pero yo te llamo todos los días…

—Mirá. Hagamos algo. Hablemos de otra cosa. Aprovechame esta noche, porque mañana me voy. Y por cierto todavía tengo que terminar de preparar algunas cosas y darme una vuelta por el estudio. Vos elegís, o me seguís reprochando o aceptás un abrazo y te callás la boca por un rato— dijo sonriente Juan Andrés.

—Me callo, me callo… Vos sabés que soy de extrañarte mucho, y la verdad, que vayas completamente solo, no me convence. Pero bueno, si esto te hace feliz, lo acepto. Ojalá puedas traer un poquito de toda la alegría que perdiste hace años.

—No lo sé, Mamina, no lo sé. Creeme que algo necesito hacer con mi vida.

—Sé que te lo pregunté muchas veces, pero ¿cuándo vas a volver por la estancia? Con lo que disfrutabas ir… Malek te extraña, está viejita y con la mirada triste desde que no la visitas.

—Vos lo acabás de decir, Mamina. “Disfrutaba”, tiempo pasado. La estancia para mí ya no significa ni placer ni relax. Ya no es el cable a tierra que me hacía olvidar de todo y cambiar el humor. Hoy, la estancia, es mi peor pesadilla. Es sinónimo de muerte, de culpa y de injusticia.

—Andy, no es tu culpa lo que pasó esa noche, ¿por qué no te dejás ya de torturar con eso?

—Porque no puedo, tía. Yo era responsable. Yo no cuidé a Candela lo suficiente. Ella murió por mi culpa. Basta, se acabó lo que se daba. Es tarde. Me voy.

—Uy… bueno. Pero no te vayas enojado, por favor, hijito.

—Sabés que con vos no puedo enojarme, Mamina. ¿Qué querés que te traiga de España?

—Nada… o sí. ¡Una novia para vos!

—No das puntada sin hilo. Chau, Mamina, cuidá a los viejos. Y no te preocupes que yo voy a estar bien. De alguna forma te voy a hacer llegar noticias. Pero por favor, entendeme. Quiero estar solo, no me llames, ¿si? Le dejo a Esteban un itinerario aproximado, con fechas estimadas. Nada seguro, pero algo así resultará. Si necesitan ubicarme por alguna emergencia, hablá con él. Si no, sé paciente y esperá que vuelva.

—Como quieras. Decí que soy respetuosa de tus pedidos, si no…

Si no, no nos llevaríamos tan bien, Mamina. Vení acá, quiero darte un abrazo —Juan Andrés la besó en la frente y la abrazó con mucha fuerza. Sin duda, él era el hijo del corazón, el que biológicamente no había podido tener.

—Espero que te vaya todo muy bien y que pase rápido este tiempo así nos volvemos a ver.

—Gracias, Mamina, nos vamos a reencontrar pronto. Hasta la vuelta… te quiero.

Sabés que yo también te quiero… y quiero verte feliz. ¡Buen viaje, hijito!


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