Por decisión del Tribunal Oral en lo Criminal 5 de Quilmes.
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Sergio Atilio Pompa, mayor de 55 años ya, era un músico conocido en la ciudad. Vivía con su madre, en 141 e/ 10 y 11, donde los vecinos se manifestaron en dos sentidos; una dijo: “el trato con la madre era bueno; dentro de la casa no sabemos”. En cambio, Alejandra manifestó: “con la madre era malo; un loco de mierda, así te lo digo”. La tarde del 23 de marzo de 2019, cuando la Tata (89 años) quedó con quemaduras de segundo grado, en carne viva, Sergio llamó a la Policía; pretextó que su madre había pretendido suicidarse. Fue desmentido por los vecinos. Su coartada fue contradictoria.
El periodista Edgardo Boyraz aportó la mejor crónica, a partir del relato del hermano, Gustavo, quien al llegar desde Córdoba vio a Tata desmejorada, flaca, en silla de ruedas y con sospechosas marcas en los brazos. Ante el Juzgado de Paz, Gustavo advirtió acerca de los maltratos. Sergio contestó en diciembre de 2017 con un pedido de restricción de acercamiento por 180 días. En julio de 2018, Gustavo lo denunció ante la Fiscalía 6, aportó veinte testigos, a dos personas que habían cuidado a Tata y una foto de ella golpeada que el Juzgado menospreció. Hacia el anochecer del jueves 28 de marzo, el corazón de Tata dejó de latir. Pompa quedó detenido en la Seccional 3ª de JM Gutiérrez acusado de “homicidio agravado”.
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Este lunes 9, Pompa iba a ser juzgado por “homicidio calificado por el vínculo”, acusado por la fiscal de Juicio iba Mariel Calviño de provocar la muerte de la mamá, quien padecía demencia senil. El Tribunal ya había convocado a los vecinos para el Jurado cuando llegaron las pericias determinantes de que es incapaz de enfrentar un proceso. Con el juicio suspendido, su situación judicial queda en suspenso.
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Su versión
“En ese momento hablaba conmigo por celular; por eso sé que fue un accidente”, expresó la pareja de Pompa, para este medio en 2019. A continuación, su carta de entonces:
Su mamá sufrió un accidente. Sergio encuentra prendido fuego la parte lateral de la silla de ruedas y un almohadón, provocándole heridas. Mientras la lleva al hospital, su hermano realiza la denuncia, con dos testigos (vecinos que habían discutido con él) y se preocupa de llamar a un amigo periodista para difundirlo. No voy a entrar en detalles de las mentiras de Gustavo P. Voy a dar testimonio de lo que vi estos años. Desde que conozco a Tata, tuvo problemas motores y ya en curso la demencia senil asociada al Parkinson, Sergio estaba siempre, para alcanzarle agua, taparla o despertarse cuando ella se angustiaba o le daban pesadillas. Él compraba lo que ella necesitaba, la atendía con acupuntura, limpiaba los esfínteres o la bañaba. Todas las noches iba a cantar unos tangos con su mamá o la acariciaba con gran ternura. La cuidó en todas las internaciones. El engranaje de su vida se enlazó en la dinámica de su mamá, y, al quebrarse la cadera, la demencia senil se agravó. Pasaba semanas sin dormir, tomaba conductas riesgosas propias de la enfermedad. No voy a entrar en detalles por respeto a ella, a quien cuidé y tuvimos mutuo afecto. Nunca sufrió golpizas ni malnutrición, ni abandono. Se va a probar por el seguimiento médico. Aun así, Sergio perdió su libertad. El hermano le negó al defensor la dirección del entierro; de la muerte se enteró días después. Fui a verla un día antes, me preguntó dónde estaba Sergio. Llegué a decirle que él le mandaba un beso gigante y que apenas pudiera, iba a verla. Sergio lloró a su mamá, abrazado a desconocidos. ¡Qué oscura interioridad tiene Gustavo para proyectar sobre su hermano agotado, que los últimos años renunció a vacaciones, salidas, horas de sueño en pos del cuidado de su mamá acusándolo de hacerle daño! Que no culpabilice al hermano de su mediocridad, endeudamiento y fracasos. Creo que sus motivaciones son materiales, es un irresponsable comercial, que quiso internar a su mamá apenas llegó de Córdoba. No confío en los procesos judiciales. (…) Si a Sergio le pasa algo, haré responsable a Gustavo. Quizás no fue el mejor vecino, o le falló algún amigo, pero en un mundo de narcicismo y abandono, a Sergio lo respaldo, porque no quiso internar a su mamá.
Andrea Carrasco
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Crónica de un Parricidio anunciado
Por Edgardo Boyráz (31 de marzo de 2019)
La Justicia de Berazategui mató a una abuela de 90 años.
Gustavo P. había advertido a la Justicia, que su hermano Sergio maltrataba física y psíquicamente a su madre, la Tata, de casi 90 años. Lo había hecho en el Juzgado de Paz de Berazategui y en el Tribunal Descentralizado 6; pero la justicia no actuó, no investigó nada, al contrario, dejó dormir las denuncias durante meses, sin mover un dedo.
Cuando Gustavo llegó de Córdoba, para instalarse otra vez en Buenos Aires, nunca sospechó el calvario que estaba viviendo su mamá, a manos de su hermano Sergio. Hasta que la vio: desmejorada, flaca, postrada en una silla de ruedas, con unas sospechosas marcas en los brazos.
A medida que se cruzaba y charlaba con sus viejos vecinos, Gustavo iba enterándose y tomando conciencia del suplicio de Tata, hasta que conoció a una de las auxiliares geriátricas que vivió en primera persona los maltratos, los ataques de ira de Sergio hacia su madre y hacia la trabajadora cuida-abuelos. Cuando se comunicó con la obra social, Gustavo se enteró que habían desfilado una docena de auxiliares geriátricas, que eran echadas por Sergio luego de algún berrinche, o renunciaban por cómo las maltrataba.
Fue allí que recurrió a la Justicia, una y otra vez, aunque no le dieron bolilla.
Su hermano Sergio tuvo otra suerte con la Justicia: en diciembre de 2017, interpuso una restricción de acercamiento de Gustavo, hacia él y Tata, por 180 días, utilizando argumentos mendaces, que la Justicia nunca investigó.
La Justicia accedió rápido al pedido de Sergio. Gustavo no pudo acercarse a su madre por 180 días. En ese tiempo, la Justicia no pudo o no quiso investigar lo que pasaba en esa casa: había denuncias cruzadas de los hermanos y, en el medio, una abuela de 90 años.
El tiempo pasó, Gustavo continuó denunciando ante la Comisaría de la Mujer, denunciando los maltratos físicos y psíquicos que sufría Tata, y aportando al menos 20 testigos, vecinos que presenciaron el maltrato. Y otra vez la Justicia prorrogó su inacción.
En julio de 2018, Gustavo se presentó ante la Fiscalía 6 donde denunció lo que vivía Tata, aportando otra vez los 20 testigos, además de dos personas que la habían cuidado y presenciado el maltrato. Así fue que los testigos desfilaron por la Comisaría de la Mujer dando testimonio del suplicio.
Gustavo aportó una foto que circulo por las redes, subida por el enfermero que cuidaba a Tata, donde pueden apreciarse machucones en el rostro. Quien recibió la foto en el Juzgado 6 dijo que “cualquiera puede sacar esa foto”. ¿Y qué pasó? ¿Qué resolvió la Justicia frente a las pruebas y los testimonios? Nada, en absoluto; nada.
Hasta que la tarde del sábado 23, sucedió lo predecible: estando al cuidado de Sergio, Tata se quemó el cuerpo, con quemaduras de grado 2, dejándole medio cuerpo en carne viva.
Ahí sí apareció la Justicia, diligente, aparentemente preocupada y mandó detener a la única persona que estaba con Tata al momento de incendiarse, bajo la carátula de “Intento de homicidio, agravado por el vínculo”… pero ya era tarde: Tata estaba internada en terapia intensiva y su vida corría peligro.
Tanto riesgo corría la vida de Tata que en el anochecer del jueves 28 de marzo, su corazón dejó de latir. La Justicia, diligente, cambió la carátula: sacó el “intento de”, pero ya era tarde, Tata había fallecido.
¿Qué hubiera pasado si la Justicia hubiera preguntado a los vecinos inmediatos de Tata sobre los dichos de Gustavo que alertaban sobre que en esa casa había maltrato, gritos, llantos? ¿No hubiera estado bueno que la Justicia consultase a los vecinos de enfrente, que al menos en dos ocasiones llamaron al 911, alertando de los llantos y gritos que salían de la garganta de Tata?
¿Y si la Justicia llamaban a la obra social IOMA y consultaba al menos a alguna de las cuidadoras de abuelos que atendieron a Tata por unos meses, hasta que Sergio las maltrataba o las echaba en alguno de sus arranques violentos?
¿Qué hubiera pasado si la Justicia visitaba a Tata y veía en las condiciones ambientales en que vivía; visitaba su habitación, el estado del baño, cocina, heladera… corroboraba el desorden y la mugre.
La Justicia no escuchó; no investigó de qué hermano venía la verdad; la justicia no fue a visitar a Tata para ver cuáles eran sus condiciones de existencia; la Justicia no hizo nada y así la mató.
Ahora es tarde, la que no está es Tata.