
Por Néstor Rojas *
Este martes 29 de abril, como cada mañana en la parada de micros de Dardo Rocha entre 11 y 12, ascendí al sami rápido Marítimo de la línea 159; “el blanquito”, le dicen en la vecindad. Me ubiqué en el asiento de dos antes de la última puerta. Unas paradas después subió una señora mayor con una joven, quienes se dirigieron con dificultad hacia el fondo. Nadie atinó a darle el asiento. La llamé para ofrecerles sentarse. Al agradecerme, me pidió que le ayudara con su hija. Entonces, me di cuenta de que tenía una discapacidad.
-Tengo certificado -dijo.
-Por favor, señora.
Ningún pasajero se conmovió, aunque todos eran más jóvenes que nosotros.
Observando esa muestra de sociedad que viaja en un micro hacia CABA, intenté comprender la realidad de qué nos pasó; cómo llegamos a un mundo sin solidaridad. Ese lugar común de quienes alguna vez leímos a George Orwell en su libro 1984, editado en 1948. Entonces, el optimismo cotidiano fundamental para enfrentar la realidad de estos tiempos se ensombrece si un escritor ya supo describir este tiempo, nuestro tiempo, hace casi 80 años, con la brutal manipulación que en su obra fantástica nos anticipaba, con personas ausentes de la realidad con corchitos en sus oídos.
Tomé una foto del micro para darme testimonio de esta realidad. La señora a quien quise dar el asiento, continúa parada, aferrada a los pasamanos para poder mantenerse. Antes de dejar la zona quilmeña, un joven se puso de pie para bajar. Me abalancé y puse el pie rápido para invitar a la mujer a sentarse.
-¿No se sienta usted?
-No, por favor, señora.
Cuando me agradeció, respondí alto, para que escuchase todo el pasaje.
-¡No tiene que agradecer, señora. Le pido perdón en nombre de la indiferencia y la insensibilidad!
-Esto pasa siempre -contestó.
Aunque insistí con lo mismo, para ser escuchado, nadie se inmutó; imperaba el silencio en el pasaje de miradas perdidas y ausentes. Me pregunté si los audífonos y celulares servían más para ausentarse del presente que para escuchar y observar otras realidades.
Bajé frente al edificio del Estado Mayor del Ejército. Pasé frente a la Casa Rosada y crucé una Plaza de Mayo con súper vallas y un dispositivo de zona militarizada inaudito.
Mientras camino rápido entre turistas fotógrafos, me digo «no nos merecemos vivir un mundo donde miles de mujeres y hombres lucharon y dejaron sus vidas, su libertad, para construir una sociedad con justicia social, solidaria, amable, sin lugar para la insensibilidad, para la indiferencia y los indiferentes, por estas transformaciones que nos debemos seguimos andando».
- Comisión Ejecutiva Nacional CTA Autónoma

Falta respeto y valores se perdieron, soy de dar el asiento y de pelear con el que no lo da, ocupando el asiento para la persona con discapacidad. Me pasó con mi marido que salió de estar internado en el hospital Penna, volver en el tren, se sentía mal, yo pedí el asiento para el. Se levantó una mujer de maso 40 años con cara de c..o, pero le dió el asiento. Yo a veces veo en el tren que las mujeres son peores que los hombres por ceder un asiento.
La opción más votada fue la mezquindad el racismo. La misoginia. La transfobia. El individualismo.nel odio. Eso habla de los valores de una sociedad
Es el pais libertario