¿QUIEN CAYO ANTE LAS BELLAS VIUDAS NEGRAS?

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(Por Martín Candalaft Infobae)

Fiesta clandestina y persecución: la insólita caída de “Mica” y “Maru”, las viudas negras que le robaron 70 mil dólares a un empresario.

Las acusadas de drogar y desvalijar a un gastronómico en su departamento de Recoleta fueron detenidas este domingo a la madrugada en Quilmes. Cinthia Novillo, alias «Mica», cuenta con una condena previa y años de antecedentes: entre sus víctimas está el futbolista Walter Busse. Su cómplice, «Maru», sería menor de edad.

Tras más de dos meses de fuga, Novillo, acusada de ser la viuda negra más prolífica de la historia porteña reciente, se lo tomó con calma. Se sentó en el asiento trasero de un patrullero de la Policía Bonaerense, las manos esposadas junto a una joven detenida junto a ella, “Maru”, su cómplice: eran buscadas desde fines de mayo por embaucar, drogar y robarle más de 70 mil dólares en efectivo y joyas a un empresario gastronómico.

Cinthia Novillo, alias “Mica”.

Cinthia pasaría la noche en una celda pero estaba vestida para salir. La historia de su caída, para una prófuga de alto perfil, es un tanto insólita.

Eran casi las 7 de la mañana cuando llegó un llamado anónimo a la Comisaría 4° de Solano que denunció que en una casa de la zona se realizaba una fiesta electrónica clandestina en plena cuarentena. Cuando los patrulleros llegaron se encontraron con alboroto, música y luces. Pocos segundos tardaron los que bailaban en notar la presencia policial y comenzar una huida masiva por una puerta lateral. Entre los que escapaban despavoridos había dos mujeres que corrían más que el resto, un hombre corría junto a ellas.

Para eludir a los efectivos, las dos saltaron una medianera y se metieron en una casa vecina. Los policías lograron atraparlas y cuando las identificaron entendieron por qué huían con tanta desesperación: eran “Mica” y “Maru”. Reconocían su historia, revelada por Infobae.

Los policías llegaron al lugar junto a personal de la agencia de fiscalización municipal y comprobaron que había una fiesta en una casa. Al notar la presencia de los efectivos salieron todos corriendo. Los tres detenidos intentaron escapar por la parte de atrás. Las dos mujeres y el hombre empezaron a saltar medianeras, por los patios de las casas hasta que se metieron en una vivienda y ahí fueron detenidos”, explican fuentes judiciales.

“Mica”, con 36 años, cuenta con una condena en su contra: tres años de prisión en suspenso por más de seis ataques a contadores, empresarios y el futbolista Walter Busse con la misma modalidad de drogar y saquear, una pena “acordada” entre las partes según el fallo del Tribunal 3 de febrero de 2019 que relató botines voluminosos con teléfonos Apple, trajes Prada, autos Mini Cooper, joyas, efectivo y tarjetas de crédito, además del perro sharpei del futbolista.

“Maru”, reveló la contrastación de sus datos: fuentes policiales aseguraron que tiene 17 años. El hombre que cayó con ellas, Cristian Duckardt, de 29, oriundo de Quilmes, también sería también parte del esquema.

Luego de las detenciones, los tres fueron llevados a la Comisaría de Solano donde comenzaron a comprobar sus antecedentes. El legajo de Novillo reveló algo sorprendente. El Juzgado Federal 1 de San Isidro la buscaba desde enero de 2015 en una causa por secuestro extorsivo, algo que no consta en su condena de 2019. No sólo eso: junto a la causa por el robo en Recoleta tiene otras cuatro cuentas pendientes.

Las cinco causas que tiene abiertas son por robar de la misma manera, con la modalidad de viuda negra. Salvo en la del empresario de Recoleta, en las otras captaba a sus víctimas en un reconocido boliche que queda sobre avenida Figueroa Alcorta. Después los terminaba drogando y robando en sus departamentos”, aseguró a Infobae una fuente judicial con acceso al expediente.

Sin embargo, a pesar de toda su supuesta carrera criminal, Novillo no se fue demasiado lejos. Oriunda de Berazategui, diversos detectives la ubicaban dentro del radio de Quilmes.

Cinthia Novillo, en foto de sus redes sociales.Cinthia Novillo, en foto de sus redes sociales.

Por el incidente de la fiesta clandestina, a los tres se les formaron dos causas, una por violación al decreto presidencial que impuso la cuarentena, que lleva adelante la Justicia Federal y otra por violación de domicilio, por ser encontrados escondidos en la casa de un vecino, que instruye el fiscal de Quilmes Ariel Rivas.

Según pudo comprobar este medio de fuentes policiales, cerca del mediodía fueron liberados la menor de edad y el hombre porque el delito por el que fueron detenidos es excarcelable y no contaban con pedido de detención. La única que quedó detenida fue Novillo que entre lunes y martes será trasladada a la fiscalía porteña del doctor Daniel Pavlovsky, que la indagará por el robo de Recoleta.

Las noches de boliche y los trucos criminales de “Mica”

autor
Por Federico Fahsbender 4 de Julio de 2020

Cinthia, de Barrio Marítimo, con un legajo en el Registro Nacional de Reincidencia, perfeccionó el arte de no ser ella misma, no en su apariencia. A veces era rubia, a veces morocha, a veces se llamaba “Lorena”, quizás “Luciana” o “Mica”, el alias que usó en los últimos tiempos. Los filtros típicos de Instagram ayudaban a eliminar el rastro, así como las cirugías, los extensos tatuajes negros. A veces ganaba, a veces perdía, más de una vez cayó. Pero Cinthia nunca se detuvo. Ser ella misma podía ser un problema.

Dos semanas atrás vio su cara en el diario: un artículo de Infobae detallaba la última acusación en su contra, la historia cómo ella y una cómplice apodada “Maru” sedujeron por WhatsApp a un empresario gastronómico para concretar una cita en el departamento del hombre de 52 años en Recoleta el 25 de mayo. Llegaron hasta allí en el auto del empresario, había enviado por ellas a su chofer. Bebieron champagne, dijo el empresario a la Policía de la Ciudad la mañana después. ‘Era una reunión de negocios’, se atajó el hombre. Una de las dos, según su relato, introdujo una dosis de una benzodiazepina casi letal en su copa. El empresario se desvaneció. Se despertó saqueado: “Mica” y “Maru” se habían llevado 70 mil dólares, relojes Rolex y Hublot, su iPhone 11 y las llaves de un Corolla que un amigo le había prestado y que las mujeres usaron para su fuga.

El empresario conservó su foto de perfil, filtrada, con sus rasgos suavizados, su pelo de otro color, y la entregó a la Justicia, en un caso a cargo del Juzgado 62. La imagen fue publicada con su cara borrada, pero “Mica” se reconoció. El artículo ni siquiera decía su nombre, porque los investigadores todavía ni lo conocían. Se supo prófuga desde un primer momento. Así, “Mica” hizo su jugada. Su abogado, Alejandro Cipolla, querellante de la familia de Natacha Jaitt en la causa que investiga su muerte, se presentó en el Juzgado con un pedido de eximición de prisión. El juez subrogante Edmundo Rabbione dijo que de ninguna manera. El fiscal Daniel Pavlovsky ya la seguía hace tiempo, tenía cinco causas abiertas en su contra, todas por el mismo delito.

En paralelo, un veterano detective en una fuerza de seguridad del Estado también veía la foto en el diario. Se presentó en una fiscalía, llevó fotos e información: sabía de “Mica”, o de Cinthia, su nombre real, su posible domicilio actual. El detective sabía de su historia, mucho más larga que una dosis casi letal de una pastilla en una copa de champagne.

El 8 de febrero de 2019, Cinthia, hoy de 36 años, tuvo que sentarse con su verdadero nombre ante el Tribunal Oral N°3 de la ciudad de Buenos Aires. Ya había estado presa, pasó ocho meses entre 2015 y 2016 encerrada en un penal federal. Así, junto a una cómplice, fue condenada por siete hechos de robo en todas sus variantes: simples, en poblado y en banda, a mano armada.

La condena, reflejada en un fallo de 55 páginas, no habla de la imputación contra una ratera, sino de la historia de la viuda negra maestra de la noche de Buenos Aires.

Cinthia, según la acusación, atacaba de noche. El primer hecho en su contra en la larga lista data de diciembre de 2009, tres chicas en la esquina de una disco.

Se hacía llamar “Lorena” esa noche, en la disco Rumi de Figueroa Alcorta y Pampa. Estaba junto a dos amigas: un hombre las encontró en la esquina cercana a la disco y las subió a su auto, para seguir la noche cerca de las 2:30 de la mañana en la casa de un amigo, un consultor económico 20 años mayor que Cinthia, que tenía un departamento en la calle Sánchez de Loria. Así, bebieron, el consultor y su amigo con las chicas.

El consultor se despertó a las 9 de la mañana, atontado. Las chicas no estaban, tampoco 3 mil dólares, tres relojes, sus tarjetas de crédito y débito, su carnet de conducir, ropa, joyas, su pasaporte. Hasta le robaron el monitor de su computadora. A su amigo lo desplumaron mientras dormía: le quitaron un Tag Heuer modelo President de su muñeca, un reloj de oro y plata, sus cadenas de oro; el auto en el que las había llevado, un Daewoo, también se fue con ellas. Tuvieron apoyo, un hombre de Lanús, luego identificado, que trabajaba en una curtiembre.

Cinthia volvió a Rumi en septiembre del año siguiente, también con amigas. Su marca fue un joven empresario dedicado al negocio del transporte y los taxis, que había ido a la disco con tres amigos esa noche. “Luciana” fue su nombre para la ocasión, estaba junto a una amiga. Decidieron luego ir a Cocodrilo, donde una tercera amiga se sumó. Terminaron en el departamento del empresario. Bebieron cerveza del pico, giraron la botella. El empresario y sus amigos se quedaron dormidos, pero el empresario despertó: según su relato, vio a Cinthia revisando su placard.

Cinthia no se amedrentó: le apuntó con una pistola y le dijo que beba un vaso de cerveza que le entregó. Luego, el empresario durmió otra vez. Despertó a las 14, sin su computadora, su carnet de Boca, un sobre con mil dólares y las llaves de su Dodge Journey.

Volvió a atacar en marzo de 2011. Cambió de escena. Esta vez fueron las inmediaciones de la disco Ink sobre Niceto Vega en Palermo. Esperó junto a una amiga a la salida, cuando vio a otro joven empresario junto a un amigo que dejaban el lugar en un Audi A3. Los cuatro se fueron al departamento del empresario en la calle Miller. A pedido de las chicas, el empresario del Audi despidió a su amigo. Tuvo que ser asistido por el SAME y por su mamá horas después. Para ese entonces, Cinthia había desaparecido con el Audi A3, con 15 relojes de marcas como Bulgari o Cartier, una MacBook Pro, cuatro trajes Salvatore Ferragamo, dos trajes Armani, un traje Prada, zapatos Gucci, siete mil dólares, todas sus tarjetas, su televisor de 42 pulgadas y las llaves de su casa. Cinthia y su cómplice, otra vez, tuvieron un chofer para la huida.

Los ataques se repiten en la lista, todos más o menos parecidos, hombres en autos caros, cerveza con pastillas, un chofer para la fuga, robar cualquier cosa menos un par de medias. Otro golpe en febrero terminó con una lapicera Mont Blanc de plata, una Playstation 3 recién salida al mercado, mil euros y mil dólares. Para ese entonces ya tenía una cómplice fija, Aldana Inés. Cambiaba de escenario, el casino flotante de Puerto Madero, donde enlazó al dueño de un bar. El hombre se mostró reticente a beber champagne con ella, al menos no tanto.

“Dale, si querés te la doy en la boca”, le dijo Cinthia. Entonces, se la dio, boca a boca, como si fuese un pajarito bebé, con la droga que lo durmió. Llegó a enlazar también a dos hombres de nacionalidad árabe en el Hipódromo de Palermo.

Otros asaltos fueron más deslucidos, en vez de robarse un Audi, se robó una pava eléctrica, una planchita para el pelo y un mantel.

Las activaciones de celdas de teléfono fueron la clave para encontrarla, junto a los aparatos robados, en un complejo entrecruzamiento: Cinthia cuidaba su rastro usando aparatos registrados a nombre de terceros. “Bebo”, su novio de aquel entonces, acusado de ser un chofer en las fugas, fue otra puerta de entrada. Un Volkswagen Gol con el que fue visto en uno de los ataques terminó en poder de su mamá, algo que descubrió la PFA.

La división Delitos contra la Salud de la Federal la arrestó el 18 de julio de 2011, allanaron su casa donde estaba su cómplice. Encontraron gran cantidad de psicofármacos, blisters de benzodiazepinas, lo mismo que la División Laboratorio Químico de la Federal encontró metabolizado en la sangre de una de sus víctimas.

La pena por todos estos ataques fue baja: tres años en suspenso para ella y para su cómplice, “pena acordada por las partes”, dice la condena. Menos de un año después, con una pena en suspenso, Cinthia, o “Mica”, fue acusada otra vez.

El futbolista Walter Busse, víctima de “Mica”

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Por Federico Fahsbender (5 de julio)

Walter Busse nunca supo cómo terminó la historia. Se enteró por el diario, nueve años después. Un llamado de Infobae le dio la noticia. Busse se sorprendió, jamás lo habían citado de la Justicia penal, nunca había sido convocado en un juicio, nadie lo llamó para avisarle de cómo había terminado el caso que manchó su vida y quién era la principal responsable. Prefirió no hablar del tema, lo considera una cuestión cerrada.

El 26 abril de 2011, Busse, hoy de 33 años y en el plantel de Ferro, ex Defensa y Justicia, ex Gimnasia y Esgrima de Jujuy- que jugaba en Independiente y estaba de novio, salió una noche al volante de su Mini Cooper, rumbo al casino de Puerto Madero. Conoció a una chica que lo abordó, una tal “Natalia”. La llevó a su departamento en la calle Hortiguera donde estaba su hermano, bebieron cerveza, mientras “Natalia” llamaba con insistencia a una amiga para que fuera al departamento. La amiga llegó, una tal “Luciana”.

Busse despertó a las 15 horas del día siguiente, drogado y somnoliento, atontado. “Seducido y asaltado”, dijeron los recortes de ese entonces: “Un jugador de Independiente, víctima de las viudas negras”.

El caso fue tomado en broma por algunos, en serio por otros. Su novia de entonces, Solange Rivas, lo dejó, con algunas escenas posteriores en programas de televisión. Muchos se preguntaban por el perro de Busse, de raza sharpei: las viudas negras se habían robado hasta el perro, además de una notebook, un iPad, dos celulares Blackberry, una cámara Sony, su televisor de 32 pulgadas y su MiniCooper. El futbolista colaboró con el expediente, algo que articuló su entonces representante, dio su declaración testimonial y su sangre al laboratorio de Análisis Químico de la Policía Federal, que encontró rastros de metabolización de una benzodiazepina, el psicofármaco que bebió en la cerveza que le dieron sus atacantes. Según consta en la causa, se la dieron de beber de boca a boca.

Con el tiempo, el futbolista se olvidó de todo, o intentó dejarlo detrás. De vez en cuando la prensa se lo recordaba, pero no mucho más que eso. El Mini Cooper fue encontrado por policías de la Bonaerense en Villa Elisa. Del sharpei jamás se supo nada. El jugador nunca supo quiénes lo drogaron y le robaron.

El 8 de febrero de 2019, el Tribunal Oral en lo Criminal 3 presidido por Gustavo Rofrano condenó a dos mujeres a tres años de prisión de ejecución condicional por el ataque a Busse, considerado un robo en poblado y en banda. Fue parte de un pack, por así decirlo, el “hecho D” en una lista de ocho casos idénticos ocurridos entre 2009 y 2011, hombres abordados en la noche, drogados con benzodiazepinas y robados, con botines en dólares mucho más jugosos que un Mini Cooper descartado y un perro sharpei, con víctimas como empresarios, consultores económicos, hombres en autos caros abordados a la salida de discotecas.

Las condenadas por el robo a Busse fueron dos, identificadas tras un complejo cruce de datos telefónicos: Cinthia, de Barrio Marítimo, y Aldana Inés, también de Berazategui. En medio de su pena en suspenso, fue acusada del mismo delito, drogar y saquear a un empresario gastronómico de 52 años en Recoleta a fines de mayo junto a otra cómplice. Lo hizo con su nuevo alias, “Mica”.

El botín fue valuado en 70 mil dólares, entre dinero en efectivo, relojes de marcas como Rolex y Hublot, un iPhone 11, además del Corolla que manejaba el hombre y que fue descartado en Parque Centenario.

Infobae reveló su historia y publicó su foto, con su rostro alterado por filtros de imagen, el empresario lo había conservado de sus comunicaciones. A pesar del anonimato, Cinthia se supo prófuga desde un primer momento. 

En paralelo, un veterano detective en una fuerza de seguridad del Estado se presentó en una fiscalía: sabía de “Mica”, o de Cinthia, y su posible domicilio al sur del conurbano. 

Mientras, la foto de Cinthia llegó a Walter Busse. No la recordaba. “Pasó mucho tiempo”, aseguró.

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