UN MUSICO LOCAL, EN EL ETERNAUTA

Compartir

Por Elizabeth Ambiamonte

Un año sin Javier Martinez, está más presente que nunca.

El Eternauta hizo que cuatro de sus temas se escuchen hoy en el mundo: arranca “No Pibe”, y es un editorial de lo que vendrá. También suenan “Jugo de tomate frío”, termina la primera temporada “Informe de un día”, y antes “Salgan al sol”, que muchos atribuyen a Billy Bond porque lo grabó con La Pesada, ese grupo que habitaron los Manales y tantos otros músicos grosísimos del momento. Pero los cuatro temas tienen la firma de Javier.

Es una injusticia que no haya podido disfrutar de este momento, que supo que llegaría porque cuando estuvo internado ya estaba el negocio cocinado. Y no es “un negocio más”, sino una reivindicación a su arte argento tan genuino, que combinó blues, rock, tango y esa personalidad avasalladora que siempre sostuvo.

Javier te miraba a los ojos y te inquietaba. Su discurso era acertivo. Las dudas que tenía las atacaba con información, investigación y reflexión. La bohemia hizo su parte, para lograr un ser único. También pagó por su carácter con dolor y decepciones, pero donde él estaba era el centro de atención. Siempre traía información original, y su forma apasionada (iracunda por momentos) no dejaba grietas. Era así, y punto.

Se enfurecía y se peleaba con gente que quería, pero también podía rearmar sus vínculos. Me consta, porque también tuve esas idas y vueltas con él. Pero no podías perderte la posibilidad de disfrutarlo.

Desde joven se lo tildó de “genio”, incluso él mismo se autopercibía así. Eso me lo contó Miguel Grinberg cuando hice una recopilación de opiniones en formato audiovisual que se proyectó en el acto de declaración de Vecino Destacado de Berazategui. Impulsé eso, y pueden encontrar los videos en YouTube. Sí, los berazateguenses lo tuvimos de vecino todos estos últimos años.

Por fortuna vinieron otros homenajes, porque una de sus quejas era la falta de reconocimiento a su obra. Aunque cuando le hablaban de los primeros años esquivaba diciendo que el detestaba “la bostalgia”.

Por fortuna (y un gran esfuerzo del Corcho Rodríguez) pudimos ver una nueva reunión de Manal. Breve, pero contundente.

Lo vi tocar muchas veces, trabajé con él, pude disfrutar de sus charlas y ser testigo de varios momentos muy diversos de su vida, y puedo decir que eso ha sido un privilegio. No sólo lo digo yo: sus colegas y quien lo haya conocido sabe que Javier fue un distinto, en su arte y su personalidad. Tanto que es difícil creer que no está.

Su risa estruendosa, su voz profunda, su poesía urbana, su punto de vista crítico, y ese toque impregnado de técnica jazzística son apenas algunas características que aproximan a su enormidad.

En lo personal, era despiadado, y a la vez muy tierno. Ermitaño y bon vivant. Leído, viajado, intelectual y autor de dos récords imbatibles tocando batería. Por todo eso, y más ¡agradezcan que estuvo entre nosotros!

Hasta siempre, Javier.


Una respuesta a “UN MUSICO LOCAL, EN EL ETERNAUTA”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *