LA TOMA DE RIGOLLEAU (1975)

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Ese 5 de marzo de 1975, el joven Nicolás Marino firmó la intervención a la Comisión Interna (CI) de delegados que no le respondía en Rigolleau.

Marino traidor. ERP”, le pintaron en el frente del Sindicato del que era secretario y donde se refugió con veinte matones armados.

Esa noche, la CI convocó a asamblea en la fábrica:

–Compañeros, tenemos claro que el Sindicato quiere intervenir a la CI votada por la mayoría. ¡Por eso, vamos a la huelga activa!

La compañía Juan de Olivera (ERP) amenazó a los “enemigos de la clase obrera” tras repetir que Rigolleau pertenecía a Corning Glass.[1]

[1] El Combatiente, Nº 157, del 3 de marzo de 1975, pp 12.

El jueves 6, cuando Marino se presentó con gente de CNU para levantar el paro, le tiraron botellas. La asamblea resolvió armar grupos de autodefensa e invitar a otras fábricas a solidarizarse. Los obreros se turnaron para trepar a los galpones; con una goma, Coley Robles golpeaba tanques vacíos; otros, a una campana, o giraban una gran matraca sin abandonar el lugar de trabajo.

Sus rostros fueron fotografiados ante de un mural: “Con o sin sangre, la raza de la oligarquía morirá”, a un costado de la clásica PV que fuera de Perón Vuelve e intentaba ser Perón Vive.

El viernes, Marino regresó con un delegado del Ministerio de Trabajo y el interventor Jensen, recibidos entre abucheos:

–Se va acabar, se va a acabar la burocracia sindical.

Los trabajadores llevaron en andas a la CI hasta una tarima para que ratificasen que sábado y domingo se votarían delegados.

Luego, colgaron un muñeco con un cartel en la espalda que decía “Marino” y, a la altura del corazón dibujado, “patronal”.

Comenzó entonces una audaz operación en apoyo de la huelga.

A la noche, FAR-Montoneros incendió una estiva en un depósito que dejaron al oír sirenas, sin saber que eran bomberos rumbo a La Plata.

El fuego fue apagado por el sereno en cinco minutos.

El sábado, la operación fue completada por la Juan de Olivera.

El ERP hizo ondear una bandera en la fábrica donde Carlos Fierro estaba en asamblea cuando vio encapuchados armados:

–¡Venimos de incendiar los galpones de Miranda![2]

[2] El incendio en Berazategui fue mencionado en tapa de Estrella Roja el 24 de marzo de 1975 como fondo del título “Crece el accionar guerrillero”.

La Policía que salió a buscarlos dio en la estación con tres en un auto: Enrique Gil más los milicianos Pablito y Tobi, con quienes iba a relevar un boliche frecuentado por un comisario. Les hallaron los partes de guerra por el secuestro de Gagey.

–No sé, oficial, qué es eso; el auto me lo prestaron.

En la seccional 1ª, les quitaron los documentos. Horas después, los trasladaron a la Subcomisaría de Ranelagh, un mini chupadero clandestino donde los picanearon.

De los DNI sacaron las direcciones; en la de Pablo hallaron el mimeógrafo de los partes de guerra. Vigilaron la casa hasta que cayó Clarita, la novia de 19 años a la que violarán en Ranelagh.

Los de la Naranja desmintieron toda relación con la guerrilla y la toma continuó, con pancartas de Montoneros, Juventud Socialista, PST, JTP, Vanguardia y una muy larga del ERP.

–¡Qué grande! ¿Quién la hizo?

–Con mi hermano la pintamos en casa, donde estuviste –contestó Roberto Olano, de Sourigues.

–Lástima que no esté más metido con la orga –sonrió Angelini.

El lunes fueron recibidos en el Concejo Deliberante por Murúa –el del corso–:

–Yo estoy con la lucha obrera. San Martín y Rosas defendieron con honor nuestra patria como hoy lo hacen los Montoneros y el ERP.

Para el martes, se convocó a la puerta de la fábrica. Alcira Juárez con los hijos de Manuel Coley Robles se mezclaban junto a la Asociación de Educadores y la Vanguardia Comunista, referentes de Nelson Collazo. Algunos subían a pintar trenes que adherían con sus silbatos. Marcharon por el centro aunque la Brigada Antiguerrilla de La Plata atropellaba con sus motos en la estación a todos, fueran o no vidrieros.

La CI fue recibida por Castillo, que “no se había enterado” del conflicto. El miércoles, informaron los resultados:

  • 1) Suspenden la intervención a la CI.
  • 2) Pagan los días caídos.
  • 3) Compromiso para que uno de la CI participe en la discusión de Convenio.

Castillo, quien debió bajar a ratificar todo ante los huelguistas, provocó admiración en Jorge Iriarte, quien lo vio salir aplaudido.

–Y, claro… No al divino botón llegó a presidir la asamblea de la OIT en el ‘61, fue electo dos veces diputado y viajó en el chárter de Perón en representación de la CGT.

Se le olvidaron las menciones de Rodolfo Walsh en Quién mató a Rosendo, cuando su cercano senador Julio Saffi ligó un tiro en un glúteo.

Con todo, el jueves 13, la JP denunció la desaparición de Enrique Leandro Gil, Pablo Daniel G., Víctor David E. y Marta Ramos, “por expresar el apoyo peronista a los obreros”.

Mientras en Ranelagh negaban vinculación con el secuestro de Gagey, en el comunicado de la JP aparecían como militantes. Por eso, fueron llevados al chupadero de Banfield, donde vieron a una pareja retenida. La detención del pelotón de Gil (que cumpliera 19 años dos meses antes), pudo ser legalizada por la presión a un juez.[3]

[3] Los dos más jóvenes abandonarán la militancia. Marta será desaparecida. Gil matará al torturador de Banfield.

¿A qué se debió el comunicado de Lucho? En esos días, corrió la versión del hallazgo de cuatro cadáveres en el río. No era descabellado asociarlos. Pronto aparecerían otros en las zanjas, uno con el hígado reventado, en Varela, el 26 de marzo, día en que la AAA asesinó a Ramón H. Sánchez (JP) miembro de la Comisión Vecinal de Villa Diamante, dos semanas después de que sus compañeros ametrallaran la casa de Alvarez, un “matón” del Sindicato Municipal de Lanús.

Gagey llevaba casi un mes cautivo cuando el grupo Garovaglio & Zorraquín cedió, para tranquilidad de todos:

–No aflojaron con la totalidad de lo pedido, pero sí bastante. Incluso, la adjudicación de los departamentos.

–¡Por fin, hermano! Al menos, una vez en ¡treinta años!

En cuanto Montoneros cobró y se cumplió con los trabajadores, Gagey fue liberado. Regresó a la planta, aunque poco; prefería quedarse en las oficinas de la Capital. De acuerdo al relato de su par, de 65 años:

–El ingeniero era una cosa antes del secuestro y, otra, ahora.