A propósito de su muerte, el 7 de abril.
Un relato hasta las profundidades de una carrera como no hay otra y su creador, Saverio Terminiello, donde la realidad superó los sueños En poco más de tres décadas en la Argentina tuvimos 9 presidentes y el planeta del atletismo vio 11 récords mundiales de maratón. La moda del running invadió las calles y colmó las vidrieras de las casas deportivas.
Por Ezequiel Brahim
Se volvió casi imposible salir a correr antes de que el gps capte señal y dar por terminado un trote sin foto para las redes. Las carreras llenaron los placares de remeras chillonas y las paredes de medallas cada vez más grandes, que no distinguen ni puestos ni tiempos. Pero en este mundo sacudido por un tsunami, una “maratón atlética” sostiene el espíritu más genuino de los corredores del siglo XX. Emplazada en el corazón de Berazategui, proclama un listado de leyes que nunca fueron escritas, hasta hoy, pero que congregan la esencia de un estilo y una época que se resiste a las modas y se afirma en pleno siglo XXI. El creador y guardián de estas diez verdades tiene 80 años, lidera un grupo de trabajo de 500 personas y sabe muy bien lo que hace: “La carrera lo único que me deja es amigos, y eso para mí es lo más importante”. Vamos a relatar la historia de la Maratón Atlética “Día del Vidrio”, y de Saverio Terminiello el padre de la respetada, anhelada y conocida por todos como la carrera del vidriero.
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La carrera nunca cobró inscripción, ni la cobrará. “Jamás se mezcló el comercio con el deporte”, explica Saverio “es una carrera que siempre se manejó con seriedad y por eso hay empresas que apoyan desde hace casi 30 años”. Desde su primera edición en 1988, él mismo se encargó de explicarle a los auspiciantes su idea, y lo entendieron: “Las empresas vieron bien que quien hiciera el espectáculo, que es el atleta, no deba pagar”. El primer año, Saverio la organizó junto a Argentino Ríos, un gran ciclista, ganador incluso de la Doble Bragado. “Me propuso hacer la carrera bajo la institución Peña Ciclística del Vidrio”, recuerda Saverio “juntamos 82 atletas, no se le había dado mucha difusión”, sonríe. “Yo veía que mucha gente que corría sin pagar, tenían que largar sin número, pero eso acá en Berazategui no debe pasar”, explica aunque reconoce que no todos estaban de acuerdo con su propuesta: “Siempre tuvimos problemas con los otros organizadores, que me reprochaban que no cobráramos inscripción”. Pero se mantuvo, y se mantiene, firme en su primer mandamiento, desde aquel 1988.
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Ya al año siguiente Terminiello se hizo cargo en solitario de la organización. El desafío era superar los cien participantes. “Me recorrí media provincia volanteando”, recuerda explicando su estrategia de marketing, repartir volantes en todas las carreras. Era 1989 y el intendente de Berazategui declara a la ciudad Capital Nacional del Vidrio. “Fue un gran impulso porque iba de la mano con la idea de la carrera”, cuenta y explica lo que denominaremos su 2º mandamiento:
“A mí me servía mucho la premiación del vidriero cada invierno”, recuerda la atleta olímpica Elisa Cobanea, ganadora histórica con diez ediciones consecutivas y doce en total. “El que gana marca la historia y los demás acompañan, yo creo que es así y en esa carrera también lo veían así”.
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Y no sólo de plata vive el hombre, la carrera también logró distinguirse con sus “trofeos”, unos muy especiales que hacen honor a su nombre. Lo curioso es que todo surgió cuando al primer trofeo, el ganador lo vendió… “El primer año gastamos un montón de plata en unos trofeos grandes”, recuerda Saverio “y el ganador ni bien se bajó del podio lo vendió por el 10% del valor. ‘¿Por qué no me lo vendió a mí?’, pensé. Ahí pasamos a los premios de vidrios. Media docena de platos hondos, seis de postre y seis playos, luego porrones, todo distinto”. Surgía una tradición que se unió con el nombre y con la ciudad de Berazategui como fundidos en el mismo molde: los premios de vidrio. Son 150 entre todas las categorías, “siempre se premia con artículos de vidrio grabados con el mismo logo, para que la gente tenga en su hogar la marca de la carrera del vidriero”, explica Terminiello “muchas veces me pasó de estar en una casa con artículos de la maratón”.
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“Recién en 1995 nuestro entrenador nos dejó correr la primera del vidriero”, se remonta en el tiempo Javier Ávalos “la sufrí, porque nunca había competido en más de 5 km”. Javier tenía 15 años y para todos los chicos de Berazategui como él, era la carrera más importante del mundo. “Ese año recuerdo que dieron medallas y no alcanzamos a agarrar porque entramos muy atrás, solo llegó Cristian Gómez que era el más rápido del grupo”. Javier, como todo los que largan cada segundo sábado de junio, salía a pelear la categoría. “En juveniles llegué a meterme quinto, pero me tocaba contra Mariano Mastromarino, Andrés Zamora, andá a correrlos a esos…”.
La pelea por los primeros puestos no está restringida a los atletas de elite, los mejores del país y algunos del mundo; en los 10 km del vidriero las categorías, divididas cada cinco años, se luchan cuadra a cuadra. “He corrido la maratón de Bs As, también muchas medias maratones pero que las largo a pasear. Ahora, la del vidriero, salgo y llego con los dientes apretados”, confiesa Javier y recuerda: “Alfredo Colombo nos decía, ustedes tienen que demostrar porque entrenan todos los días, tienen que lucirse frente a los vecinos, para nosotros es la carrera del año”.
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Finalizaba la década del ‘80, Argentina ya tenía su primera copa del mundo y en Berazategui la carrera se consolidaba. “La gente de acá se entusiasmó mucho en la cuarta edición”, recuerda Saverio con la del año ‘91 “cuando ganó Rubén Aguiar. Y ya en el ’92 cuando triunfa Ronaldo Da Costa fue el puntapié para pensar en algo grande”. Y no era para menos, seis años más tarde Ronaldo lograría el récord del mundo de maratón. La misma zancada verdeamarela que se lució en las calles de Berazategui corría más rápido que nadie en las historia por las anchas avenidas de Berlín. “Ronaldo se ha quedado en casa a dormir antes de correr”, comenta Terminiello “pero no solo él, Oscar Amaya, Juan Pablo Juárez, Elisa Cobanea, los uruguayos Néstor García, Cristian Rosales y Nelson y Andrés Zamora”, la lista sigue mucho más allá a lo largo de tres décadas. “Los que vienen del interior se quedan en mi casa, siempre les digo, alguno va a dormir en la percha, pero al final encontramos lugar para todos. A veces me dan alojamiento en la ciudad, pero ninguno quiere ir, prefieren quedarse conmigo, y bueno, nos apretamos y entramos todos”, sonríe Saverio.
Así lo intenta explicar Saverio: “Son las cosas que, no sé cómo llamarlas, pero te hacen bien”.
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El gran evento de la ciudad crecía y crecía, pero casi nadie se imaginaba su verdadera semilla, el origen del combustible para el motor de Terminiello. “Todo empezó cuando yo era muy joven”, y se remonta más de medio siglo, “me surgió la idea de que Berazategui tendría que tener un gran evento deportivo. Yo había ido a Capital al teatro y en la obra, en esa época se decía: “andate a Berazategui”. Era algo despectivo, porque la cloaca de Capital desemboca acá. Cuando lo dijo el actor en el escenario yo le grité “¡Vos porque no vivís en Berazategui!”. Me sacaron carpiendo del teatro”, larga la carcajada Saverio. “Es que la gente de Berazategui es amable, más bien amigable. Pensá que cuando yo nací no había más de 20 cuadras asfaltadas acá”.
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“La premiación en el gimnasio, todos juntos, compartiendo mates, en eso es distinta a todas”, recuerda la multicampeona Elisa Cobanea. Y no es casualidad que la fiesta termine en un gran salón. “Yo veía que en otro lados los corredores se tenían que cambiar en la calle”, recuerda Terminiello “y pensé, en Berazategui no va a pasar”. Los que anduvieron bien cuentan orgullosos los parciales, los que quedaron con ganas de más ensayan excusas o buscan errores, se habla de ediciones anteriores y se aplaude a cada categoría, la entrega de premios es el gran cierre al evento de la ciudad. “Los primeros años me ponía mal porque la gente quería saludarme y yo tenía que organizar la premiación”, se sincera Saverio “pero ahora está todo tan aceitado que puedo atender a cada uno, compartir con ellos el gimnasio. Hay gente de Tucumán que me trae un licor, de Córdoba me regalan un queso, se me han acercado de todo el país”. Así entre charlar, comer y celebrar, se va cumpliendo
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“Llevamos más de treinta ediciones pero la verdad, en todas estoy igual de nervioso. Recién cuando se va el último invitado, vuelvo a nacer. Me deja muerto de los nervios por tres días, pero sarna con gusto no pica”, explica Saverio. “Mi mujer, Estela, me dice: no podés dejar, tenés que seguir porque te hace bien. Mi familia también participa, recién hace dos años les delegué la clasificación, pero la definitiva la hago yo, ellos hacen la preliminar para entregar los 150 premios”. Así se arma el clan familiar tras el evento. “A Saverio le reclamamos el chip”, acota Javier Ávalos “pero seguimos a papel, y va a morir con la de él. Por lo menos ya se certificó la distancia”.
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“Me han pedido que organice en otros lados”, confiesa Terminiello “pero no se puede hacer otra como ésta, porque acá, para la carrera, se para la ciudad. Se probó los domingos y no la veía nadie, pero a las 4 de la tarde un sábado están todos los vecinos afuera. Las grandes carreras a nivel mundial se hacen en los centros más poblados, y así tiene que hacer la nuestra”, sentencia Saverio. El evento, sólo en personal de seguridad cuenta con 300 personas, en total suma unas 500, todos coordinados para que los más de 3.000 corredores de espectáculo tranquilos. Y el escenario es toda la ciudad. “Ya para el kilómetro y medio de carrera me esperan mi mamá, Alicia, y mi tía Chenga”, relata Javier Ávalos “son mis fans, cuando paso las busco con la mirada. Después en el camino te cruzás con tus amigos y vecinos. Del lavadero de auto me gritan que vaya a laburar, son amigos, pero el día de la carrera, con la calle cortada, no les llegan clientes…”, se ríe Javier.
“A Saverio la carrera lo hace vivir un poco más cada año”, asegura Estela Carmen Rach, su esposa “el año que lo operaron de la próstata pensó en no participar, pero se recuperó a tiempo y pudo. Lo hace con muchas ganas y con mucha responsabilidad, nosotros lo apoyamos, con nuestros hijos”. Y confiesa que año a año, hay una escena que se repite: “Lloramos en cada largada, porque vemos ahí todo el esfuerzo que hizo Saverio. Uno puede hacer un montón de cosas pero sin los atletas, y sin él, no hay carrera”.
“Seguimos siendo amigos de esa gente tan maravillosa, que es lo que me dejó el atletismo”, agrega Elisa Cobanea.
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“Le estamos dando a los atletas lo que yo esperaba cuando empecé, lo veo en el agradecimiento de ellos”, analiza Saverio e imagina: “Algún día me gustaría dar la vuelta al circuito para ver el público, porque es lo que muchos atletas me destacan”.
Las diez grandes razones que hacen de la carrera del vidriero única en el país y conocida en toda la región. Nunca se habían escrito, pero hubo una persona que las llevo grabadas a fuego en su convicción más allá de sueños y proyectos, el creador de la criatura, Saverio Terminiello: “Me había propuesto hacer una gran carrera, pero mi idea se superó con creces, ni yo la podría haber soñado”.
Excelente
qepd
Un gran hombre. Nos apreciamos mucho, era recíproco. Varias veces me pidió una mano para la difusión. Me invitó a su casa y me mostró mucho material de archivo. Siempre le decía que debía escribir un libro con todo eso. No pudo ser.
Le envío un fuerte abrazo a su dulce mujer y a su hija, con quien estudiamos teatro hace tres décadas.
Es la pérdida más irreparable de estos años.