Por Néstor Rojas *
El 16 de septiembre se cumplen 69 años del sangriento golpe de Estado ejecutado en 1955 a nombre de “la libertad” por la “Revolución Libertadora”. El contexto de aquellos hechos importa para comprender con memoria histórica este presente, cuando el grito de la libertad como acérrimo enemigo de la justicia social resuena hoy en la conciencia popular.
El jueves 16 de junio de 1955, tres meses antes del golpe de Estado, en jornada laborable alrededor del mediodía, 40 aviones de guerra descargaron durante cuatro horas 9,5 toneladas de bombas y metrallas sobre una Plaza de Mayo colmada por el pueblo que se movilizaba en apoyo y defensa del presidente Perón. El “tirano” –según la prensa hegemónica de época– Perón había sido electo presidente por el 62,54 % de los votos.
En una Argentina de época sin FMI, sin deuda externa. Por el contrario, nuestro país era acreedor y no deudor. Un proyecto popular proclamaba que a una necesidad le correspondía un derecho. Se establecía una clara legislación en favor de la clase trabajadora, como el estatuto del peón rural en 1944. Se convertía en ley las vacaciones pagas y se afianzaba el protagonismo de las representaciones del pueblo trabajador. En una realidad donde el reparto de “la torta” era 54 % para el trabajo ante el capital.
La revancha oligarca de “la libertadora” venía a demoler la justicia social, sepultar la posibilidad de una Argentina soberana. Construir y anudar lazos de dependencia económica, como país colonial y deudor con el FMI, al cual Juan Perón bien supo caracterizar como emergente “de los oscuros acuerdos de Bretton Woods”. Cobra interés recordar en estos días que Perón caracterizó de manera contundente el papel del Fondo Monetario Internacional, como “ hijo putativo del imperialismo”.
Debates que hoy como ayer están en el centro del escenario político, entre ellos y nosotros. Entre los círculos hegemónicos del poder de banqueros, especuladores y extractivistas, vinculados de manera indisoluble con las metrópolis imperiales. Empeñados en profundizar esta matriz de la desigualdad a un 80 % de pobreza. Una argentina 80-20.
La definida y clara línea histórica que separa los intereses populares del poder oligarca y colonial puede verificarse en nombres y apellidos de genocidas. Entre los pilotos que descargaron las bombas criminales contra el pueblo en Plaza de Mayo se encontraba Osvaldo Cacciatore, que sería dos décadas más tarde jefe de facto de la Capital Federal, o Carlos Massera, hermano del genocida Emilio Massera. Aquellos crímenes aberrantes quedaron en la impunidad, sus ejecutores no fueron juzgados y una ley de amnistía consagró la impunidad.
A 69 años, honramos a nuestros mártires caídos en aquella jornada criminal, ejecutada por las clases dominantes. Levantando hoy más que nunca ante modelos coloniales que pretenden imponernos un proyecto soberano de refundación de la patria.
- Director de Organización, Comisión Ejecutiva Nacional CTA Autónoma.