CARABAJAL, CON UN FINAL ENTRE EL PUBLICO

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A su número folclórico le sumaron canciones de Sandro, Spinetta, Discépolo, Charly, Leo Dan y Serrat. El santiagueño mayor arrojó discos y, para terminar, se zambulló entre el público para tocar el violín junto a los vecinos que corearon a capela, cantaron y bailaron sus chacareras por toda la plaza.

A poco de las once de anoche, Peteco Carabajal presentó el nuevo disco grabado junto a sus hijos Homero Carpena Carabajal –guitarra eléctrica– y Martina –percusión–, con quienes formó el trío Riendas Libres. Cerró así la Muestra Anual Educativa (MAE) con que la Municipalidad de Berazategui festejó los 57 años de su Autonomía como ciudad.

Lo hizo en una sucesión de temas sin presentación ni interacción con el público, como si quisiera sonar igual que en el CD, por lo que no habló hasta que estaba por culminar esa primera parte formal:

Muy contentos de estar esta noche aquí, compartiendo con todos ustedes esta iniciativa con respecto a una acción que tiene que ver con la sociedad directamente. Muy felices de poder compartir esto y, nosotros, desde nuestro lugar de cantores de Santiago del Estero –aplausos–, con Riendas Libres”.

Presentó entonces, “desde la ciudad de la Banda, a Homero Carabajal”, lo que dio pie a que el hijo saludara e hiciera mostrar el compacto para anunciar entre aplausos:

Ahora mi papi va a regalar el disco”.

Así tuvo lugar la primera sorpresa: Peteco de paró de espaldas y, como una casamentera que lanza el ramo de flores hacia atrás, arrojó el CD al público:

Te lo tiré para vos; casi te saco un ojo, pero no importa –risas–. Espero que lo disfruten al disco; que disfruten las canciones, con mucho amor, y hemos comenzando cantando las de nuestro disco El amor como bandera, con canciones nuevas, inéditas, todas composiciones hechas por Homero y por mí, por el hijo y el papá. Es así la cosa entre un padre y un hijo, yo lo siento al volante y le dijo manejá vos, yo voy a ir de atrás. (…) Y así jugamos un poquito con este elemento que tenemos prácticamente desde nuestra infancia. Mi abuelo se lo dio a mi papá. Mi papá me ha dado a mí, yo se lo doy a él. El se la dará a… bueno, no veo la hora de que me haga abuelo” –más risas–.

Dio paso entonces a su hija:

“Otra que estoy esperando que me haga abuelo, pero no tenemos con quién, todavía. No aparece el… Andamos de gira, conocemos gente, le presento gente, pero no hay caso, no aparece. ¡Martina Ulrich Cárpena Carabajal!”

La comparó con una berazateguense de la primera fila: “desde aquí las veo muy parecidas”.

“Vamos a hacer estos tres últimos temas y luego vamos con canciones más conocidas que sé que tienen ganas de escuchar. Vamos a comenzar con una vidala titulada Soy de Los Lagos, el barrio de La Banda de donde salen los Carabajal y de donde también es René Houseman, por ejemplo; o Fatiga Reynoso, de Los Manseros Santiagueños. Esta vidala está dedicada para él… Muy bien ese aplauso en reconocimiento y honor a la memoria de Fatiga Reynoso”.

(‘Fatiga’ era Guillermo Reynoso, fallecido el 29 de agosto de 2016).

Le seguirían otros veinte minutos de lindas canciones muy trabajadas que fueron escuchadas con respeto en medio de la noche fría en la que abundaron los abrigos y abrazos.

Carabajal se tornó más verborrágico:

… En la transmisión de conocimiento, uno elige una determinada línea, como nosotros, que somos cantores de chacarera, y vidalas, gatos, escondidos… Pero eso no quiere decir que estemos toooodo el día escuchando chacareras. Por ejemplo, a mí me gusta muchísimo Joan Manuel Serrat, me gusta mucho Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Jaime Roos, Rubén Blades, Milton Nascimento, ni qué hablar de Atahualpa Yupanqui, León Gieco, Charly García. Entonces, este bloque lo hemos llamado bloque de canciones Riendas Libres. No sé lo que va a cantar Homero. Yo voy a cantar algunas que sé, puedo cantar Sandro, por ejemplo, puedo cantar Roberto Carlos, puedo cantar Sergio Denis…”.

Las menciones a los cubanos, el uruguayo, el panameño, el brasileño y el español fueron interrumpidas desde el público por alguien que lanzó el nombre de otro europeo.

No, Alejandro Sanz ya es más moderno; no me mueve un pelo. En mi época, en los asaltos, como le llamábamos, he bailado a todos los otros. Leo Dan, por supuesto, también está en ese repertorio. Voy a comenzar yo cantando esto”.

Entonces, empezó otra parte de lo que pintaría como una fiesta: Arremetió con Por ese palpitar, del que no necesitó dar el crédito a Sandro, como tampoco lo hicieron con las siguientes versiones breves que alternaron desde Bajan (del disco Artaud, que en 1973 grabara Luis A. Spinetta) con Peteco en guitarra rítmica; el tango de Discépolo Yira, yira (1930), al que le alteró la letra de “que un día cansado se puso a ladrar” por “que un día cansado me dijo no votes así, pibe” (aplausos); Promesas sobre el bidet (del Piano Bar que en 1985 editara Charly); Santiago querido, de Leo Dan, y Vagabundear (“harto ya de estar harto, ya me cansé”), de Serrat (Mediterráneo, 1971).

Después de ese muy festejado set, amagaron despedirse. No era algo fácil con un público que se había reconocido en esas marcas de la cultura popular desde diferentes generaciones que corearon las letras y aplaudieron con más entusiasmo que con el respeto del primer set.

Tuvo lugar entonces el momento de mayor altura, si eso era posible de imaginar. El gran artista oriundo de una de las provincias más calientes, se zambulló entre el público con un violín electrónico –para más datos, con el casual color anaranjado propio de la ciudad– desde el que acometió un largo solo con reminiscencias internacionales clásicas que hizo derivar en los mejores acordes mayores de la chacarera mientras el pueblo lo rodeaba con la luz de sus celulares, ora para filmarlo, ora para tomarse fotos a su lado, ora para meter mano al violín –siempre hay algún desubicado– en pos de contribuir con un rasguido a su improvisación, a lo que el artista respondía con sonrisas, como si entendiera que concedía una espacio a la creación colectiva.

Quienes no tuvieron la fortuna de estar entre los primeros metros pudieron seguir las alternativas gracias a la pantalla gigante al fondo del escenario que transmitía las tomas de una cámara cenital en grúa que hizo tomas más correctas que las de la jornada previa.

Desde el escenario, Homero se puso a cantar y, abajo, Peteco usaba su arco de violín como una batuta para acompañar al público que cantaba todo, aun sin el acompañamiento instrumental, mientras los más alejados se pusieron a bailar; a veces, entre mujeres, si no había hombres dispuestos o conocedores de nuestras danzas.

Así se desarrolló la tercera parte con temas como Entre a mi pago sin golpear, en los que Peteco hizo vibrar el violín cual guitarra eléctrica extrayendo las más agudas notas del final del diapasón para correr de regreso al escenario a saltos de futbolista que eleva las rodillas al pecho, al tiempo que cantaba y se desplazaba por las tablas.

Tampoco ése podía ser el final. Así que, con los músicos a punto de partir, la correcta locutora municipal Bibiana Fermoselle pidió en nombre de todos:

“Peteco, Berazategui quiere una más”.

A lo que el folclorista respondió con Las manos de mi madre, agregó una zamba y se despidió, media hora después de la medianoche, con el público cantando estrofas cuya letra él les adelantaba:

Se cuelgan de los tunales vivos rayitos de luna”.

Y ahí iba la gente detrás, a completar la esencia del folclore: un cultivo que hacemos entre todos.

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La despedida del cumpleaños de la ciudad. (Fotos: Municipalidad de Berazategui)


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