El reconocido pianista y defensor de la paz y los derechos humanos Miguel Angel Estrella (81 años) falleció en las últimas horas en París, donde había sido embajador ante la UNESCO, el órgano de las Naciones Unidas para la Cultura.
Estrella había visitado la región para brindar un excepcional concierto, a sala completa, en el auditorio de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ), con la presencia del entonces rector Lic. Ernesto Villanueva en el marco de la presentación de la Cátedra Abierta José Martí hacia mayo de 2016.
Aquella vez, Estrella recorrió parte de su vida compartiendo relatos de su juventud y militancia con el público.
Música y silencio, anécdotas de historias vividas, angustias, pesares y alegrías. El maestro Estrella lleva con su arte en un viaje de ida y vuelta, y sin darnos cuenta nos envuelve en una aventura musical, dejando huella.
Nacido en Tucumán, la impronta de su origen permanece sellada a fuego en su mirada, la cadencia de sus palabras, el relato de la historia vivida.
“Soy de ese Macondo tucumano, de Cien años de soledad. Porque viví las mismas descripciones que hace Gabriel García Márquez de su Macondo, son las que yo he vivido en el norte argentino; el mismo sentido de lo mágico. Ese sentido de lo que no sé pero que existe, de los muertos que vuelven. Todo eso forma parte de mi esencia más íntima. Yo, por ejemplo, estoy tocando el piano y siento que hay alguien al lado mío. Entonces cuando termino le digo `mirá, yo sé que estás acá. No sé quién sos, pero yo no le tengo miedo a los muertos´. Los quiero y toco para ellos. Esas son impresiones mágicas que te genera la música”.
Desde muy temprano descubrió su vocación musical al escuchar la Orquesta Sinfónica de San Miguel de Tucumán tocando Chopin. Se formó en Buenos Aires y en prestigiosas instituciones del mundo, donde fue reconocido por su talento, talento que contrasta con su simpleza y humildad.
“Hace tiempazo que quería conocer porque conozco la historia de esta zona y la importancia que tenía esta ciudad . Lo que no sabía es que me iba a encontrar con semejante universidad y con un público tan fantástico, la concentración, la forma de escuchar, la forma aplaudir, el entusiasmo que saben mostrar. La verdad que estoy feliz de haber venido”.
La complicidad del silencio
Su autenticidad artística se combina con una también genuina preocupación por lo social, que lo llevó a fundar el movimiento humanitario internacional “Música Esperanza”, brindando conciertos gratuitos para los sectores más humildes.
“La experiencia de dar conciertos es una manera de hacerte crecer y de sentir una felicidad que no es propia de las palabras. Por ejemplo, la densidad del silencio como cuando uno está terminando una frase y la gente no aplaude porque sienten que todavía falta. Es indescriptible. En cambio, yo cambié el programa y había anunciado una pieza más pero decidí terminar, ahí donde termina de una manera muy íntima, un Chopin intimo. Y ahí la gente inmediatamente reaccionó, sabían que había terminado. Esas son cosas difíciles de explicar con palabras, pero es como una complicidad en el silencio, como si uno se estuviera mirando pero sin mirarse. Mi abuela tenía razón cuando decía que la música va directo al cielo”.
Con tono pausado, como si el tiempo perteneciese a otra dimensión, Estrella sentenciaba:
“Un artista tiene que ser generoso. Entonces, yo oigo en estos tiempos tan de mercado, colegas ya sean escritores, músicos o lo que fuere pero que son artistas, que enarbolan el egocentrismo y esa autorreferencia. Como decir: «París y yo somos la misma cosa». Me da en los huevos, esa es la pura verdad. Porque yo digo, eso no es el arte. Dios no te dio el talento que tenés para que estés creyéndote quién sabe qué; lo más grande del mundo. No hay lo más grande del mundo, lo único es Dios, nosotros somos bichitos pequeños, con talentos, con limitaciones, con virtudes también”.
“Gracias al público que me emocionó tanto como yo los emocioné a ellos”
“Venía con la idea de que esta Universidad tuvo muchos que ver con las manifestaciones en Buenos Aires que dieron un fruto y que fueron de suma importancia, pese a que la prensa monopólica no les ha dado ninguna trascendencia pero los que seguimos por otras vías y por la presencia, sabíamos que esta universidad tuvo mucho que ver ahí. Era una cantidad de factores que me hacía estar feliz acá y a medida que crecía el concierto, la comunicación era más honda, más profunda. Me encantó el público. Gracias al público que me emocionó tanto como yo los emocioné a ellos”.
Otras notas
La nota de Alberto Moya, levantada por otro medio:
En el 19, los compañeros de la Oesterheld armaron el Segundo Festival de la canción peronista (el primero había sido en el 73), al que fuimos varios a cantar (Beto Asurey, Mario Cabrera, Beto Solas, Ariel Carlino, Nico Fabio, la polaca Grabinski, entre los que me acuerdo).
El primero en llegar y el último en irse, y el único que estuvo en primera fila escuchando y acompañándonos a todos fue Miguel Angel Estrella .
Me acuerdo y me emociono.
Terminamos la noche cantando la marcha con él tocando en un piano destartalado.
¡Muera la muerte!
¡Viva Perón, carajo!